tag:blogger.com,1999:blog-50789374565995126532024-03-18T03:59:34.999+01:00Mentiras inciertas. El blog de Felipe Molina MolinaBlog personal donde expongo mis relatos, mis fotografías y mis opiniones.Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.comBlogger58125tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-61892606136519175162023-11-01T22:07:00.000+01:002023-11-01T22:07:00.868+01:00Esta jodida muerte<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj88FouaKumwFUbR4TsoccnOmin_9CSqaFAWRRBBv55Lth2tTVVI-rOFE3JgjWfQd2MsA7p679GbtwSCTQrBivEWScyjL7Qs14ReqNQU2DcygIAARTOTRqD_ocUkV1o5ip4ZM8m7wXfQG0no0UJSqlGd2zCq_xF_vGG32grnIYLl2ogTaqh3qCm8RqrYYuE/s711/La%20muerte.jpeg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="711" data-original-width="474" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj88FouaKumwFUbR4TsoccnOmin_9CSqaFAWRRBBv55Lth2tTVVI-rOFE3JgjWfQd2MsA7p679GbtwSCTQrBivEWScyjL7Qs14ReqNQU2DcygIAARTOTRqD_ocUkV1o5ip4ZM8m7wXfQG0no0UJSqlGd2zCq_xF_vGG32grnIYLl2ogTaqh3qCm8RqrYYuE/s320/La%20muerte.jpeg" width="213" /></a></div><p class="MsoNormal">Hoy, primero de noviembre, es el día de todos los Santos.
Anoche llamaron a mi puerta varias veces. Eran grupos de niños que pedían truco o trato (una
mala traducción de <i>trick-or-treat</i> porque
en realidad lo que se pide con esa fórmula es que los dueños de la casa elijan
entre recibir una broma o darles a los chavales unas golosinas. No sé por qué
siempre acabamos dando golosinas o dándoles con la puerta en las narices. Nunca
aceptamos una broma). <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Según algunos que saben de lo hablan la fiesta de <i>Halloween</i> es el anticipo del día de los
muertos que, en nuestra tradición de toda la vida, celebramos mañana día dos de
noviembre con la fiesta de los Fieles Difuntos. ¿Qué diferencia hay entre el
día de los Santos y el de los Fieles Difuntos ya que, al fin y al cabo, ambos
están muertos y bien muertos? Pues que el día de los Santos es el día de los
muertos que ya están en presencia de Dios y en la cultura cristiana mañana, día
dos, es el día de los fiambres que aún están purgando sus pecados, es decir, que
no están condenados al infierno, pero tampoco están en la gloria; vamos que
están en la lisita de espera que, si es como la de la Salud Pública, puede
durar una eternidad. Por eso la Iglesia pide que el día dos de noviembre sea un
día de oración por esos difuntos que aún está purgándose y ¡ojo, que alguno de
ellos puede ser tu bisabuelo querido o tu cuñada favorita!, así que mañana
reza, aunque sea solo un ave maría.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">El caso es que todo gira en torno a la muerte. Una araña,
por poner un ejemplo, ignora a sus congéneres ya muertos y, lo que es más
calamitoso, también desconoce que ella misma ha de morir (sobre todo si la ve
mi tía Ramona. En ese caso la muerte es fulminante). El hombre, desde que dejó
de ser primate empezó a tener conciencia de la muerte y a tenerle miedo. Se
negaba a desaparecer, así sin más. Y ahí seguimos, instalados en el miedo y la
preocupación por saber que todo tiene un final. Por eso, creo yo, el hombre se
inventó una vida <i>post mortem</i>, un más
allá. Para tener el consuelo de que, de alguna manera, es eterno. Y para
administrar esa vida de ultratumba se inventó la religión, mejor dicho, las
religiones. De esa manera, los que creen a pie juntillas en lo que dice su
Iglesia, sienten cierto consuelo y no se angustian al pensar que con su muerte
todo acaba y que algún día se reencontraran con sus seres queridos que les
precedieron en este jodido asunto del morir.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Los que creen en su doctrina religiosa también suelen creer
que los incrédulos no tienen manera de consolarse y que viven angustiados permanentemente
por ese miedo a la muerte. Pues no es así. Muchos pensadores más listos que yo
han llegado a la conclusión de que tras su muerte no necesitan una vida
posterior, porque al morir dejaran de sentir. Lo dicen de una manera muy
gráfica. Morir es volver al sitio donde se estaba antes de nacer. Lao-Tsé hace
unos dos mil quinientos años si no lo hubiera tenido claro no hubiera dicho que
“Vivir es llegar y morir es volver”. Y nuestro querido García Lorca lo dejó por
escrito: “Como no me he preocupado por nacer, no me preocupo por morir”. Y van
y me lo fusilan. Federico es seguro que no está sufriendo en estos momentos,
pero nosotros si sufrimos su pérdida. Claro que cuando yo muera, también dejaré
de sufrir su muerte. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Y ahora una anécdota graciosa. Tales de Mileto decía que no
había diferencia entre la vida y la muerte. Uno que se las daba de gracioso
pensó que le iba a pillar en un renuncio y le dijo: Si no hay diferencia, ¿por
qué no te mueres entonces? Tales, que se las sabía todas, le contestó: Pues por
eso, porque no hay diferencia ninguna. Ja, ja, ja…y el listillo se alejó con el
rabo entre las piernas. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Mucho antes de Cristo, hubo otro sabio que dijo no estar
preocupado por la muerte, se llamaba Epicarmo y lo dijo así: Yo no quiero
morir, pero después de muerto, ¿qué puede importarme? Pues eso digo yo también,
que no es que quiera morir, prefiero estar vivo, pero después de muerto, a mi
plín. Quienes tienen que preocuparse por mi muerte serán todos aquellos a los
que les debo dinero, porque a ver cómo van a cobrar entonces.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Y Jorge Manrique que, según algunos, nació en Segura de la
Sierra, escribió estos bellos versos: “Partimos cuando nacemos, / andamos
mientras vivimos / y llegamos / a tiempo que fenecemos; / así que cuando
morimos / descansamos”. Para él eso es el morir, descansar. Nada dice de
angustia o sufrimiento. Y es que el
miedo a la muerte, para muchos, no es miedo a lo que haya después, sino al
mismo proceso de la muerte. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Ya lo dijo Marco Valerio Marcial: “Más triste que la muerte
es la manera de morir”. Por eso yo he hecho testamento vital y pido que no se
haga ensañamiento terapéutico conmigo. Si, llegado el momento, el proceso de mi
muerte se prevé largo y doloroso que me eutanasien. Séneca, que posiblemente
conociera a Marcial, dijo: Después de la muerte no hay nada y la misma muerte
no es nada. Ahí está la clave, en la segunda parte de la oración.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Otro poeta que piensa en la muerte y acaba cansándose del
miedo a la misma. Estoy hablando de Paul Verlaine. Estos son sus versos:
Cansado de vivir con miedo a la muerte, / mi alma está dispuesta a todos los
naufragios, / como un esquife, / juguete de la mar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Lo malo, y lo que hay que evitar a toda costa es que la
muerte llegue de la forma que le está llegando a mucha gente en estos días. Lo
voy a decir con una greguería de Ramón Gómez de la Serna: “La ametralladora
escribe los puntos suspensivos de la muerte”. Eso sí que es de temer, que
algunos sigan escribiendo en la vida de los demás con puntos suspensivos. Hay
que hacer lo posible por parar esas muertes.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Los incrédulo tienen todavía por resolver un segundo
consuelo que tienen los que esperan otra vida después de la tumba: el
reencuentro con sus seres queridos (yo digo que también se reencontraran con
sus seres odiados y eso no creo que les agrade, ¿no?). Pues, al menos yo, no necesito
morir para hablar con mis muertos. Lo hago casi todos los días, ¿no es así
abuelo? Y lo que es más gratificante, ellos me hablan a mí también. Ayer, sin
ir más lejos, me estuvo hablando Ugo Betti, que fue un dramaturgo italiano del
siglo pasado. Era de mi misma opinión. Me dijo que no vivimos solos, que nadie
vive solo, que todos vivimos con los muertos. Y después de esa sentencia, se
bebió mi copa de brandi el muy cabrón.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Cicerón opinaba que la vida de los muertos está en la
memoria de los vivos. Por eso yo no los olvido. Después de todo, lo quieras o
no lo quieras, los muertos gobiernan a los vivos según pensaba el filósofo Augusto Comte. Y otro
francés, Napoleón, era de la opinión de que “es bueno abrir alguna vez las
tumbas para conversar con los muertos”. Yo no llego a tanto, pero conversar con
ellos sí que lo hago. Y tal vez tú también lo hagas, lo que pasa es que no te
das cuenta.<o:p></o:p></p>
<span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">Ea, ahora me voy a dormir que es algo parecido a
un morir placentero durante unas horas.</span><br /><p><br /></p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-84257232967002481672023-09-27T09:56:00.001+02:002023-09-27T09:56:35.904+02:00Los húngaros, su cabra y yo.<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpW3IfaHUfZJm-iPkTf6b70ccwZrCEWlqVEHDVyKN0ZqQm0qF14Bfi_Aaekfi2ps-ymIeOz81aKTqCWph2gia_8jOFFgGlyXmpcSfynv-yrWZweoJBFwGsy6D5STpMxPZKSO5XShDjI6KGxGtjPRemVzqvJaOB4H6yKI3Ir6dt7pGQczFIY8kSXlP3MMPL/s835/titiriteros.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="835" data-original-width="552" height="535" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpW3IfaHUfZJm-iPkTf6b70ccwZrCEWlqVEHDVyKN0ZqQm0qF14Bfi_Aaekfi2ps-ymIeOz81aKTqCWph2gia_8jOFFgGlyXmpcSfynv-yrWZweoJBFwGsy6D5STpMxPZKSO5XShDjI6KGxGtjPRemVzqvJaOB4H6yKI3Ir6dt7pGQczFIY8kSXlP3MMPL/w354-h535/titiriteros.jpg" width="354" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal">El domingo acaba de empezar y me he levantado un poco más
tarde de lo habitual. Todo el día en casa, sin colegio. Un día sin las pesadas
bromas de Luisito. Mamá está en la cocina, desde aquí la oigo trajinar con
sartenes y perolas. Mamá hoy no canta. Anoche la oí llorar, en su dormitorio,
muy quedamente, como si estuviera ahogando el llanto en la almohada.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">—Esta mañana no me han querido fiar en la tienda cuando he
ido a comprar aceite. Mañana volveremos a comer lentejas, las que han sobrado
hoy.</p><p class="MsoNormal">—No te preocupes —oí la voz de mi padre tratando de
consolarla—, te han salido muy buenas.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">—No llevaban morcilla, eso lo dices para tranquilizarme —y
me imaginé a mi padre limpiándole con los dedos las lágrimas que aún quedaban
en sus mejillas—. Además, el niño ha vuelto a pedir para su cumpleaños una
bicicleta.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">—Ya lo arreglaremos; no sé cómo, pero lo arreglaremos. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">A mí, anoche, también me costaba trabajo dormirme. Me tapé
los oídos para no seguir escuchándolos. Sueño desde que cumplí los siete años
con una bicicleta, como la de Luisito, pero llevo tres años pidiéndola y
siempre mis padres me la prometen para el siguiente.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Hoy es domingo, ya lo he dicho antes. En la radio acaban de
dar la noticia de que Eisenhower ha venido a Madrid para entrevistarse con
Franco y que más de un millón de personas ha salido a la calle para recibirlo.
Debe de ser muy famoso ese Eisenhower, yo desde luego no sé quién es. Lo que
más me interesa a mí es que, unos minutos después, han vuelto a anunciar las
bicicletas “BH”. Yo prefiero una “Orbea”, pero Luisito tiene una “BH”, así que
no acabo de decidirme.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Me aparto de la radio para no seguir escuchando, a ver si puedo
terminar de leer <i>La isla del Tesoro</i>.
Solo quedan veinte páginas para el final. Me he sentado junto a la ventana,
donde hay más luz y donde estoy más lejos de la cuna de <i>Chico</i>, mi recién nacido hermano Pedro, que ya está llorando porque
quiere mamar otra vez. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">No sé cuántas veces he soñado ser Jim Hawkins y que me escapaba
de casa para correr aventuras y volver con un cofre repleto de monedas de oro y
piedras preciosas. Mis padres me perdonarían el haberme escapado y me
abrazarían contentos porque ya no habría penuria en la casa. Las lentejas
llevarían morcilla y chorizo. Los domingos comeríamos arroz con pollo y yo
tendría una “BH” más nueva y brillante que la de Luisito.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">De pronto oigo una algarabía que se va acercando desde
lejos. ¡Sí, sí, son “los húngaros"!,<a href="file:///C:/Users/Pc/Desktop/Hoy%20es%20domingo.docx#_edn1" name="_ednref1" title=""><span class="MsoEndnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoEndnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[i]</span></span><!--[endif]--></span></a>
<span class="MsoEndnoteReference"> </span>que
vienen subiendo la cuesta con su cabra, con su trompeta y sus tambores. Les
siguen una caterva de chiquillos, también algún vejete, deseosos de ver su
actuación. Me asomo a la venta y veo que el grupo se para justo delante de mi
casa. Rápidamente suelto el libro, cojo el bocadillo de mortadela que mi madre
me había preparado para desayunar y salgo corriendo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">—Mamá, ¡que se han parado aquí los húngaros!; que bajo a la
calle a verlos.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">—No te acerques mucho a ellos, a ver si te van a pegar los
piojos.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Esta vez son cuatro. Un hombre, una mujer, una niña y un
niño. Les acompaña una cabra negra. El hombre toca una trompeta y la mujer
aporrea dos tambores, montados uno sobre otro que, a su vez, van apoyados sobre
una plataforma con ruedas. Ella es rubia y lleva botas altas muy gastadas ya.
Él va con chaqueta marrón, de cuadritos pequeños. Los sonidos de su trompeta
son estridentes; los tambores hacen que todo sea demasiado estruendoso, pero
supongo que lo que importa es hacer ruido y llamar la atención. La cabra va
subiendo lentamente, como si hiciera un ejercicio mil veces repetido, desde sus
tiempos de choto, quizá consciente de que mientras los siga haciendo no la
sacrificaran. Los niños no tendrán más de siete años. Llevan en las manos los
cuencos que luego pasarán ante el escaso público que han logrado reunir. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Yo me siento en el bordillo de la acera y, mientras voy
masticando lentamente mi bocadillo, me da por pensar que si me uno a ellos recorrería
el mundo y viviría mi aventura en busca del tesoro que en algún escondido sitio
está esperándome. Los húngaros hacen un alto en su actuación. La cabra se ha
bajado de lo alto de la escalera y mordisquea unas escasas hierbecillas que
crecen en los bordes de la acera. El hombre sacude la saliva de su trompeta y
hace recuento de lo recaudado. La mujer se rasca varias veces el pelo. La niña
se sienta en el primer escalón de la escalera y se ajusta los calcetines que le
vienen algo grandes. Se sorbe los mocos que habían empezado a asomar por su
nariz. El niño se me acerca y se sienta a mi lado. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">— ¿Me das la mitad de tu bocadillo? —me chapurrea en una
mezcla de español y otro idioma que no identifico.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Al principio me resultó extraña la petición. Pero el niño no
apartaba la mirada de mi bocadillo. Le di todo lo que me quedaba y se lo comió
en un par de rápidos bocados. Le pregunté que a donde se dirigían y, con cierta
dificultad, entendí que me estaba diciendo que no lo sabía, pero que no sería
muy lejos. Estarían tres o cuatro días más por aquí, hasta que llegaran unos
paisanos que tenían un carromato y se irían juntos. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Después de unos minutos, el hombre recogió sus bártulos,
llamó a la niña que le pasó una cuerda por el cuello a la cabra y empezó a
tirar de ella. El niño se levantó de mi lado y al alejarse le vi un remiendo en
el culo de pantalón; era un parche de color distinto al resto. El grupo se fue
cuesta arriba, moviéndose despacio, cansinamente, como si llevaran un gran peso
encima. Yo seguí sentado en el bordillo de la acera hasta que los vi
desaparecer por la esquina. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Mamá me abrió la puerta y me preguntó si me había gustado la
actuación. Quiso asegurarse de que no me había a cercado demasiado a ellos, por
si me habían pegado algo. Yo cogí de nuevo <i>La
isla del tesoro</i> y me quedé un rato con el libro abierto y la mirada
perdida, sin leer. Al cabo de unos minutos, lo cerré de golpe. Me levante de mi
silla y me acerqué hasta mamá. Me abracé a ella, escondí la cara a la altura de
su vientre y le dije:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">—Mamá, creo que ya no quiero la bicicleta para mi
cumpleaños. Prefiero una caja de lápices de colores y un cuaderno para dibujar.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal"> <o:p></o:p></p><div><!--[if !supportEndnotes]--><br clear="all" />
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="edn1">
<p class="MsoEndnoteText"><a href="file:///C:/Users/Pc/Desktop/Hoy%20es%20domingo.docx#_ednref1" name="_edn1" title=""><span class="MsoEndnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoEndnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[i]</span></span><!--[endif]--></span></a> “Los
húngaros” eran los músicos ambulantes de raza gitana y extranjeros, los que no
eran de origen español, que solían exhibir en sus actuaciones callejeras a un
animal (un cabra, más raramente un mono) haciendo equilibrios y otros
ejercicios. Al final de la actuación uno de ellos, casi siempre un niño,
“pasaba la gorra” y recogía muy escasas monedas.<span lang="ES"><o:p></o:p></span></p>
</div>
</div><p>
</p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-73565270115782753612023-09-17T19:35:00.000+02:002023-09-17T19:35:10.523+02:00Un diálogo, sin más<p> <span style="background-color: white; color: #050505; font-family: inherit; font-size: 15px; white-space-collapse: preserve;">En más de una ocasión me he propuesto escribir un microrrelato solo con un diálogo. Sin acotaciones, sin narrador, sin descripciones. Quería que el lector sintiera ser él mismo un personaje secundario, testigo de lo que los protagonistas hablan, que imagine su aspecto, como visten, dónde están, en que momento ocurren los hechos... en fin, que el lector ponga todo lo que falta y así me ahorro yo el escribirlo.</span></p><div class="xdj266r x11i5rnm xat24cr x1mh8g0r x1vvkbs x126k92a" style="background-color: white; color: #050505; font-family: "Segoe UI Historic", "Segoe UI", Helvetica, Arial, sans-serif; font-size: 15px; margin: 0px; overflow-wrap: break-word; white-space-collapse: preserve;"><div dir="auto" style="font-family: inherit;">No sé si lo he conseguido con este engendro que he titulado</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;"><br /></div></div><div class="x11i5rnm xat24cr x1mh8g0r x1vvkbs xtlvy1s x126k92a" style="background-color: white; color: #050505; font-family: "Segoe UI Historic", "Segoe UI", Helvetica, Arial, sans-serif; font-size: 15px; margin: 0.5em 0px 0px; overflow-wrap: break-word; white-space-collapse: preserve;"><div dir="auto" style="font-family: inherit;"><u>UN DIÁLOGO, SIN MÁS</u>.</div></div><div class="x11i5rnm xat24cr x1mh8g0r x1vvkbs xtlvy1s x126k92a" style="background-color: white; color: #050505; font-family: "Segoe UI Historic", "Segoe UI", Helvetica, Arial, sans-serif; font-size: 15px; margin: 0.5em 0px 0px; overflow-wrap: break-word; white-space-collapse: preserve;"><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Y ese que está en aquel rincón apartado, ¿quién es?</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-¿Se refiere usted a aquél con aspecto desaliñado que está sentado en el banco y sostiene la cabeza entre las manos?</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Sí, coño, ¿es que hablo en chino?</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Usted perdone, señor Presidente. Ese es Ramiro. Pasa así todos los días. Sin moverse y con la mirada perdida. Como si no existiera.</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Ah, ya recuerdo… Y, ¿esa piltrafa humana es la que se enfrentó a nosotros?</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Sí, señor Presidente. Dicen que pretendía cambiarlo todo. De cabo a rabo.</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Ya. ¿Y, con qué armas trataba de hacerlo el muy ingenuo?</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Dicen que de joven tenía ideas, señor Presidente.</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Ah, vamos. ¡Se trata de un idealista!</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Efectivamente, señor. Aunque ya no tanto. Se le ve algo abatido.</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Supongo que, en su día, alguien le advirtió y le informó bien de a quién pensaba enfrentarse.</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Por supuesto, así se hizo, señor Presidente. Se le dijo que tuviera cuidado.</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Bien. Entonces prosigamos Ramírez. Tengo prisa. No me haga perder el tiempo.</div><div dir="auto" style="font-family: inherit;">-Como usted mande, señor Presidente.</div></div>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-67434470033982146972023-09-09T13:27:00.000+02:002023-09-09T13:27:11.851+02:00Esta, mi ciudad.<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhcKA35h_S6z_5Q_QRgv8-L_nwu9GK26JLn5pRV6sFBAP-jxCyxA0k6zDzwFxqXIcXd41wk91qFLBTv7pXvB5X5hS7JWZRYC-TMgvsD7yi0LnpFsq9eDXmc7Iw_G8DZpGr2pm8F-neOLx9qf2Ltj0Ub2QQnIxAXwkjqlwgtjdl3Uk1tTcayOcCR500ENPfx/s623/jaen1-kB6D-U5020087384739PI-624x385@El%20Correo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="385" data-original-width="623" height="248" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhcKA35h_S6z_5Q_QRgv8-L_nwu9GK26JLn5pRV6sFBAP-jxCyxA0k6zDzwFxqXIcXd41wk91qFLBTv7pXvB5X5hS7JWZRYC-TMgvsD7yi0LnpFsq9eDXmc7Iw_G8DZpGr2pm8F-neOLx9qf2Ltj0Ub2QQnIxAXwkjqlwgtjdl3Uk1tTcayOcCR500ENPfx/w400-h248/jaen1-kB6D-U5020087384739PI-624x385@El%20Correo.jpg" width="400" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal">Aquí sigo, en esta ciudad a los pies del castillo, en esta
ciudad que me vio nacer. Aquí sigo, haciéndome cada día más viejo, aunque me
resista, aunque me engañe diciéndome que aún es la primera vez en muchas cosas,
aunque me traicione negando mi costal repleto de tantas mentiras.</p><p class="MsoNormal">Aquí sigo, en esta ciudad con sus calles estrechas y empinadas;
con sus puertas la mitad abiertas, la mitad cerradas; con sus luces y sus sombras;
con sus gorriones y sus cucarachas; con sus tabernas y sus iglesias; con sus hombres
aceitunados y sus mujeres con miradas de rímel; con su cruz, allá en todo lo
alto y sus olivos, allá en todas partes.</p><p class="MsoNormal">Aquí sigo, en esta ciudad que me verá rígido y frío, inmóvil
y agobiado por la estrechez de la madera. En esta ciudad que, cuando cierren la
caja dejándome totalmente a oscuras, ella, mi ciudad, ya habrá empezado a
olvidar que fui su fiel amante y que siempre llevé su nombre, como pirsin de
oro, prendido en mi lengua.</p><p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><span style="font-size: 10.0pt; line-height: 115%;">F.M.M.<o:p></o:p></span></p><p>
</p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-22169631122864531562023-09-07T19:45:00.004+02:002023-09-07T19:45:29.984+02:00Un dios descontento.<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixYDys5kPPqml7Ust07dvXxrZ89LYrxVzOLfQ4brA_WxVdtrSwS-GzQIxJb5GhuKJntgjZSz4IT7B8wP3828lbILxriGupT0lw44bZ38gj5eUCawkdGvootzVov4UWCWKPipLjyiWqqhYtKF7vSPkp_oH7qYYkeb7ymDAe85LWB1xLd4DLYwgnj7zWvxZR/s1248/apocalipsis-lucas-cranach-kyP--1248x698@abc.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="698" data-original-width="1248" height="179" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixYDys5kPPqml7Ust07dvXxrZ89LYrxVzOLfQ4brA_WxVdtrSwS-GzQIxJb5GhuKJntgjZSz4IT7B8wP3828lbILxriGupT0lw44bZ38gj5eUCawkdGvootzVov4UWCWKPipLjyiWqqhYtKF7vSPkp_oH7qYYkeb7ymDAe85LWB1xLd4DLYwgnj7zWvxZR/s320/apocalipsis-lucas-cranach-kyP--1248x698@abc.jpg" width="320" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal">Hay dioses para todos los gustos. Por ejemplo, los antiguos
dioses griegos y sus secuelas romanas como los libidinosos Zeus-Júpiter que no
paraban mientes en distinguir entre diosas o simples mujeres mortales a la hora
de beneficiárselas. Todas caían. Hay dioses feos y lisiados como Hefesto, tanto
que su propia madre Hera lo tiró al mar nada más nacer. Hay diosas apropiadas
para los ecologistas como la nórdica Jord, que cuando no andaba cuidando de la
Naturaleza, se metía en la cama de Odín y, claro, acabó pariendo a Thor que cuando
se enfadaba su voz era un trueno. Hay dioses como Ganesha que, aunque al
principio te eche para atrás ver que tiene cabeza de elefante y cuatro brazos,
si le rezas con devoción y fe te propicia buena fortuna y te va eliminando
obstáculos en los comienzo de tu negocio. Hay también numerosos dioses médicos,
como Ixtlilton a quién los aztecas acudían y bebían de su agua <i>tlílatl</i> (lo que quiere decir agua negra)
cuando pillaban un resfriado o una cagalera o les salía un orzuelo. </p><p class="MsoNormal">Hay muchos más dioses, no sabría decirte cuantos. Ya te
digo, para todos los gustos y necesidades existe un dios; el truco está en
saber buscarlo. Y es que los dioses no son universales. Quiero decir que cada
uno de ellos elije en qué zona y en qué época vivir. A mí, por poner un
ejemplo, me pilla muy lejos el lugar donde vive Ganesha, que ya me gustaría
haberlo tenido cerca para que me hubiera allanado el terreno en mis comienzos
profesionales. Nosotros nos tenemos que conformar con San Pancracio, el santo de
la fortuna y de los juegos de azar, pero él no es una divinidad como el dios
con cabeza de elefante y, por lo tanto, su poder es menor; y así nos va, que
por mucho que le rece cuando relleno el boleto de la primitiva, pierdo lo
jugado nueve de cada diez veces y la vez que gano nunca me llevo un premio
mayor de ocho euros.</p><p class="MsoNormal">Aquí y en nuestra época el dios que tenemos por vecino, me
parece que es un dios descontento con su obra. En el colegio de primaria al que
fui, me enseñaron que él creó a la primera pareja de humanos (lo de la
evolución de las especies que Darwin dijo cien años antes de que yo me sentara
en los pupitres de madera de aquel colegio que olía a tiza y moho, ni por
asomo). Adán y Eva los llamó. Como amados hijos suyos que eran, los puso a
vivir en un jardín que era todo un paraíso y les dijo: “Todo esto es para
vosotros, mis queridos humanos, pero de aquel árbol, cuyo fruto es el del
conocimiento del bien y del mal, no comáis. Ni os acerquéis a él, ¿entendido?”.
Luego, lo que sigue ya lo conocéis de sobra, así que no lo voy a repetir aquí.
Lo que yo no acabo de entender es por qué ese dios, cuando sus hijos amados
cometen la primera falta no se limita a una simple regañina, que es lo que
cualquiera de nosotros haría ante la primera (fíjate bien que digo “la
primera”) desobediencia de nuestros hijos. No digo yo que él les dijera “bueno,
vale, os perdono”, pero sí que podía haberlos castigado simplemente con
hacerles escribir en la pizarra cien veces “no volveré a desobedecer a nuestro
Creador”. Pues, no. Él va y los echa del Edén, pero no por una semana o un mes.
Los echa, a ellos y a toda su descendencia, para siempre jamás. Yo sería
incapaz de hacerle eso a mis hijos. Aunque se hubieran comido mi último trozo
de mojama (por cierto, se me está acabando; mañana sin falta iré a comprar
más).</p><p class="MsoNormal">Luego vino lo del Diluvio, que tiene tirilla. Resulta que
tan cabreado estaba este dios con su propia obra que decidió eliminarla, así de
un plumazo, ahogando a todo bicho viviente (digo yo que a los peces cómo
pensaría exterminarlos). Pero es posible que Noé se enterara de sus propósitos
y le dijo “Eh, que yo he seguido siempre tus mandatos, no me ahogues a mí también.
Además, deja que se salven los animales que ellos no tienen entendimiento y
nunca te han ofendido”. Noé hizo su gran Arca, que sería más grande que el
Titanic me supongo, y en ella aguantaron él con toda su familia y la gran animalada
hasta que encallaron en lo alto del Ararat. Cuando pudieron salir, Noé pilló
una borrachera que hizo historia y yo todos los días, a la hora del aperitivo,
me endiño un par de tragos de buen vino en su honor, para celebrar que si no
hubiera sido por él, a estas horas ni yo estaría escribiendo este rollo ni tu
leyéndolo.</p><p class="MsoNormal">Pero se ve que nuestro dios seguía dándole vueltas en la
cabeza a lo de acabar con su creación, si no eliminándola al completo, sí a
gran parte de ella y se cargó a todos los habitantes de Sodoma y Gomorra con
una lluvia, si se me permite decirlo así, de fuego y azufre. Que lo del fuego,
vale, pero el azufre ¿para qué? El asunto fue más sádico todavía de lo que
damos por hecho, porque hoy solo se habla de Sodoma y Gomorra, pero el fuego y
el azufre también cayó sobre otras tres ciudades, a saber: Admá, Zeboím y Zoar.
En ese episodio, también se libró del castigo un personaje que hoy sería
denostado por machista. Me refiero a Lot, que como todos sabéis recibió la visita
de dos ángeles, dos serafines serían, por lo bellos y hermosos que les
parecieron a los sodomitas y gomorritas que acudieron a la casa de Lot para
pedirle que se los entregaran, que querían ver si padecían de almorranas para
curárselas. Ya me entendéis, ¿no? Pero el machista de Lot les dijo: “No a estos
angelitos no os los entrego. Si queréis os doy a mis hijas para que hagáis con
ellas lo que queráis”. ¿Y nuestro dios, permitió que este personaje, machista
como ninguno, se salvara del fuego divino? Tiene narices el asunto.</p><p class="MsoNormal">Lo vuelvo a repetir me parece que nuestro dios es un dios
descontento con su obra. Como si nos tuviera ojeriza. Y lo digo porque desde el
principio de la Historia nos tiene amenazados con el fin de los tiempos y un
Juicio Universal, del que no se librarán ni los muertos, a celebrar en el valle
de Josafat (miraré en Internet dónde está ese valle porque no tengo ni puñetera
idea de su localización, vaya a ser que me pille muy lejos), en día y hora aún
no fijados, pero que yo me temo ha de ser pronto, porque ya han empezado a
aparecer señales anunciadoras. </p><p class="MsoNormal">Se están produciendo ahora mismo muchas guerras, más de lo que hemos observado
jamás y es difícil que las naciones mantengan la paz y lleguen a acuerdos.
Nuestro dios nos dijo que cuando esté cerca el final, se extenderá por todas
partes el hambre (recordad a los migrantes que mueren en mar porque no tienen
que dar de comer a sus hijos) debido a las guerras, al aumento de los desastres
naturales (terremotos, huracanes) y a los efectos del maltrato de la Naturaleza
(¡Ven diosa Jord a salvarnos, porfa!). Y eso está pasando ya. Otra señal es la
de la aparición de falsos profetas que apelarán a la gente y muchos los
aceptarán y seguirán. Y ahí tenemos a la cantidad ingente de bulos que circulan
por las redes sociales sin que nadie los ponga en duda (¿podrían entrar Trump y
Putin en esta categoría?).</p><p class="MsoNormal">Creo que nuestro dios está impaciente por llegar al final.
Ya ha empezado a calentar la Tierra y a subir el nivel del mar. Es decir, que
piensa exterminarnos con una mezcla de lo que ya ha hecho antes. Un intento de
ahogarnos y de abrasarnos (en esta ocasión no aprecio señales de que también nos
vaya martirizar con el nauseabundo olor a azufre). Y esta vez no habrá ningún
personaje a salvar, así que no me hago ilusiones.</p><p>
</p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-72224407628381533482023-07-20T20:31:00.000+02:002023-07-20T20:31:21.170+02:00UN DÍA EN EL COLE<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg08L9wOxuHnfIH0BLeK6BnlRRW9FP_ewhobQz3k4_xfIYFyg0g9J374rDZzGfKVa2M0J0q31pl5uQmz-KmBqxLEbhWzj8FG_JMkD9W30u2t_KEmxYpEJu42GOZYIQ7J1d4LyrhyE3wOP73YmhQrHIvHvEVGW2MWaCTPEfqon_Wj_z1QcTMGv5D9tDqhQd_/s400/rubio%202.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="299" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg08L9wOxuHnfIH0BLeK6BnlRRW9FP_ewhobQz3k4_xfIYFyg0g9J374rDZzGfKVa2M0J0q31pl5uQmz-KmBqxLEbhWzj8FG_JMkD9W30u2t_KEmxYpEJu42GOZYIQ7J1d4LyrhyE3wOP73YmhQrHIvHvEVGW2MWaCTPEfqon_Wj_z1QcTMGv5D9tDqhQd_/s320/rubio%202.jpg" width="239" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal">Sor Aurelia era mofletuda y rechoncha. Recuerdo que yo me
decía al mirarla desde mi pupitre que las alas de su toca, por muy grandes que
fueran y por muy fuerte que las batiera, no podrían levantarla ni un palmo del
suelo. A primera hora de la mañana nos hacía rezar un padre nuestro o un ave
maría, ya no me acuerdo, pero rezar sí que rezábamos algo, de eso sí que me
acuerdo. Después, unos días repasábamos la tabla de multiplicar y otros días sacábamos
los cuadernos Rubio de caligrafía y nos decía: Hoy toca practicar la letra bonita,
que vaya mamarrachos de letras me hacéis. Yo iba por el número dos, el que
tenía en la portada un soldado romano montado en su cuadriga, que más tarde
supe que no era cuadriga sino biga. Pero entonces todos nosotros la llamábamos
cuadriga. A mí me gustaba mucho esa ilustración de la portada y me imaginaba
que era yo el intrépido y valiente soldado que fustigaba a esos vigorosos
caballos y que sentía como mi capa roja, todas las capas de los romanos eran
rojas, volaba a mis espaldas, como si se quisiera escapar. Pero mi héroe por
excelencia no era un romano. Era el Capitán Trueno, todo un caballero cruzado
español, ejemplo de virtud y de hombría. Por similitud de edad, mi héroe
tendría que haber sido Crispín, pero ya digo, era el Capitán. Ingrid era una de
las niñas del aula de al lado, pero no os voy a decir su nombre. Eso me lo
guardo para mí. Solo os digo que tenía trenzas y eran de color castaño. Goliat,
a veces era el padre de Ramoncín y a veces el marido de doña Pepita, que era un
barrigudo policía municipal, de los que regulaban el tráfico y tenía siempre la
porra en la mano, no sé para qué, porque nunca le vi que atizara a alguien con
ella.</p><p class="MsoNormal">Algunas mañanas, Sor Aurelia no nos ponía a recitar la tabla
de multiplicar ni a practicar caligrafía. Nos hacía escribir un dictado. Niños,
decía, sacad la libreta que vamos a hacer un dictado. En aquellos tiempos era
correcto y apropiado decir “niños”, en masculino, sin añadir “niñas”, porque
ellas estaban en otra aula, al otro extremo del pasillo y no importaba que solo
tuviéramos siete u ocho años. Los niños con los niños y las niñas con las
niñas. Eso era lo correcto y honesto, sobre todo lo honesto. Yo abría mi
plumier, sacaba mi lápiz, le chupaba la punta y a esperar que Sor Aurelia
empezara a dictarnos.</p><p class="MsoNormal">Atentos niños. Hoy vamos a copiar lo que Don Alejandro
Manzanares, que es un eximio inspector de Enseñanza Primaria, dice en su libro “Raza
española”. Yo no sabía lo que suponía ser eximio, pero por el tono en que la
monja lo decía, debería de ser algo muy grande y de mucha importancia.
Decidido, la próxima vez que Sor Aurelia nos llevara a la capilla a confesar
con Don Tomás, me dirigiría a él de esa manera: “Eximio Don Tomás en esta
semana he cometido tres pecados veniales y uno mortal”. Seguro que llamándolo así,
la penitencia sería mucho menor. Por si tenéis curiosidad, el pecado mortal era
haber dudado de que Jesús convirtiera el agua en vino. Yo creía entonces que lo
normal, lo bueno era lo contrario, lo que hacía mi tío Jacinto que, en los días
que comíamos la familia al completo, cuando celebrábamos el cumpleaños o el
santo del abuelo, mientras esperaba que la abuela sirviera la sopa, él le
echaba un poco de agua a su vaso de vino y lo sopaba con unas migas de pan. Está
bueno este Valdepeñas, solía decir después.</p><p class="MsoNormal">¡Vamos, Felipín!, deja de mirar a las musarañas que empiezo
a dictar. Sor Aurelia se colocaba bien las gafas, abría el libro, se chupaba el
dedo índice de la mano derecha y empezaba a pasar páginas. Se paraba en una de
ellas y…: “<i>Franco es nauta…</i> ¿cómo
dice Sor Aurelia?... <i>n-a-u-t-a, coma, estrella
y timonel. Punto y seguido. Su insigne nombre pronúnciase…</i> Sor Aurelia,
¿pronúnciase lleva acento?... <i>Sí, en la u.
Repito… pronúnciase con júbilo y veneración (pausa) en todos los honrados hogares
españoles. Punto y aparte. Ahora abrid exclamación, niños… ¡Voluntad y cerebro,
pensamiento y acción (pausa) de nuestro colosal Movimiento triunfante… Repito…
colosal Movimiento triunfante, coma, César y Capitán de España. Cerrad
exclamación, niños, y abrid ahora doble exclamación… ¡¡Salve!!... cerrad la
doble exclamación</i>”. Y ella cerraba el libro. Sor Aurelia, salve, ¿qué?, ¿a
quién hay que salvar? Miguelito, pregúntale a tu padre, a ver qué te dice. Sor
Aurelia, es que a mi padre no le gusta que en casa se mencione a Franco. No, si
ya me sé yo esa canción; un día de estos me voy a hartar y mando a tu casa a quien
yo me sé.</p><p class="MsoNormal">Otros días Sor Aurelia, después de la oración tempranera,
sí, digo tempranera porque al dar las doce teníamos que rezar el Ángelus; otros
días, digo, Sor Aurelia nos decía: Niños hoy vais a hacer una redacción. A mí
me gustaba esa tarea porque me ponía a inventar cosas. Por ejemplo, si decía que
la redacción fuera sobre las últimas vacaciones, pues yo me ponía a escribir
que habíamos ido todos, mis padres y mis hermanos, a pasar una semana a
Torrenueva, o a Salobreña, según me diera. Aunque fuera mentira. Aunque solo
hubiéramos ido al Puente de la Sierra a pasar dos noches en la casa del tío
Jacinto. Y escribía que habíamos tomado helados de fresa todas las tardes,
menos un jueves que se habían acabado los de fresa y nos tuvimos que tomar uno
de nata. Aunque la verdad hubiera sido que solo una de las noches que pasamos
en el Puente de la Sierra, a la orilla del río, mi padre nos llevó a todos a “El
Portazgo” y nos tomamos unos TriNaranjus, que se llamaban así esos refrescos
porque el fabricante aseguraba que contenían el zumo de tres naranjas; vete tú
a saber si era verdad. En la redacción yo ponía que me pasaba todas las mañanas
y todas las tardes, hasta que el sol estaba tocando ya el agua, bañándome en el
mar y que hacía muchos castillos de arena. Aunque la verdad fuera que los
castillos los hacía en aire y que apenas me metía en el agua del río porque
estaba muy fría y, además, mi madre siempre nos decía que no nos metiéramos muy
adentro porque la corriente nos podía arrastrar. A mí me daba por imaginar que
no sería tan malo que me arrastrara la corriente porque, por aquellos días, ya
sabía yo que todos los ríos van a parar a la mar. Así podría conocerlo algún
día y ya no tendría que fantasear en mis redacciones.</p><p class="MsoNormal">Ya digo, a mi gustaba mucho que Sor Aurelia nos pusiera a
hacer redacciones. Además esos días, ella se sentaba en su sillón, dejaba reposar
sus manos sobre su prominente vientre y a los pocos minutos la veíamos
cabecear, que parecía que la enorme toca cobrara vida y fuera como si estuviera
de verdad batiendo sus alas. Entonces Manolín se levantaba de su asiento, se
ponía las manos extendidas a ambos lados de su cabeza y, en un remedo del
cabeceo de la durmiente, provocaba el jolgorio general. Nosotros ahogábamos las
risas tapándonos la boca con las manos y encogiendo la cabeza entre los
hombros. De pronto Sor Aurelia, en uno de esos cabeceos más brioso, se incorporaba
bruscamente y nos decía: Silencio, niños y seguid escribiendo.</p><p class="MsoNormal">Y yo seguía, y seguía, y seguía… </p><p>
</p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-71106053169589592402023-07-18T19:04:00.001+02:002023-07-18T19:09:17.811+02:00Un café bien amargo<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcrXXEK4TLvI3D7r6UD2BA0oI-wSLFowhiq96AG2qS7aU26yiIR-_-poYSuQ0AcM8H0IYyS56vFZJcOnamFQfrhjNcXQorkyL42bE-0j8wlWCzZ3EIgkUkA5HThsuGMDQDzVqtUyPcWhtIfLzqLXaTumxKfBUiSB6plcG5PGu2kyFkr5u_Iw2Vx1asna0T/s1200/taza%20de%20cafe%20negro.JPG" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="900" data-original-width="1200" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcrXXEK4TLvI3D7r6UD2BA0oI-wSLFowhiq96AG2qS7aU26yiIR-_-poYSuQ0AcM8H0IYyS56vFZJcOnamFQfrhjNcXQorkyL42bE-0j8wlWCzZ3EIgkUkA5HThsuGMDQDzVqtUyPcWhtIfLzqLXaTumxKfBUiSB6plcG5PGu2kyFkr5u_Iw2Vx1asna0T/s320/taza%20de%20cafe%20negro.JPG" width="320" /></a></div><span face=""Calibri","sans-serif"" style="font-size: 11pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;"> </span><span style="font-family: arial;">Cualquier persona con dos dedos de frente entendería los
motivos que me llevaron a hacer lo que hice. Es más, con mucha probabilidad lo
aplaudiría. Por eso no comprendo al comisario que se empeña en llamarme
psicópata descerebrado. Sigue opinando que oculto el verdadero motivo y hoy,
por enésima vez, me ha vuelto a pedir que le contara lo sucedido. Y, ya
puestos, ahora te lo voy a contar a ti. Porque de algo habrá que hablar, digo
yo, mientras estamos aquí los dos encerrados, mano sobre mano y sin nada que
hacer. A ver si así te cambia la cara, que no has abierto el pico en las
veinticuatro horas que llevamos juntos, que pareces la momia de Tutankamón,
hombre.</span><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Para que te enteres, ayer le conté al comisario toda la
historia. Antes me habían interrogado varios de sus colegas. Después él mismo. Tres
horas sin parar. Bueno, pues hoy va y me vuelve a llevar a su despacho y me
pide que se lo cuente todo otra vez. Me quita la esposas y me ofrece un
cigarrillo. “Toma Martínez, a ver si esta vez no te dejas nada en el tintero”. Yo,
inocente de mi, le pregunté si podía beber una cerveza y me dice que sí, que no
faltaría más, que ellos estaban allí nada más que para servirme. Y va y me
alarga un vaso de plástico transparente con agua a temperatura ambiente.
Treinta grados, sobre chispa más o menos, y con el único ventilador que había en
la habitación dirigido solamente para él, para su cara bonita. ¡Qué hijoputa!
Me enjuagué la boca con ese calducho y la volví a escupir en el vaso.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Le he dicho que a la Juanita la conocí el día seis de junio
pasado, es decir, hace ocho semanas y tres
días. Bueno, cuatro si se cuenta el que
ya llevo aquí hospedado en la <i>suite</i>
para gente VIP y al cuidado de sus lacayos. El comisario me interrumpió en este
punto y me dijo que tuviera menos cachondeo si no quería recibir una hostia que
me haría dar más vueltas que a un trompo. Seguí contándole que al principio
todo iba bien. El primer día unas copas en el bar <i>La esquinita del olvido</i> y un morreo con un par de sobeos en el
Ibiza. </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Al día siguiente la volví a encontrar en el mismo bareto. La
Juanita había estado trabajando de camarera —tengo mis dudas al respecto, pero
eso es otra historia que quizá en otra ocasión te cuente a ti— en un local
Guatemalteco donde se servía el café más fuerte del mundo, según decía ella. “Allá,
el café me lo pedían bien amargo. Los buenos clientes nunca le echaban azúcar.
Así que yo acabé acostumbrándome y, ¿sabes?, ahora no podría tomarlo si no es
así, amargo y bien amargo”. Eso me dijo la Juanita la primera noche que subió a
mi cuchitril en el último piso del número treinta y dos de la calle Arrastradero,
dónde usted tiene su casa. Aquí el comisario creyó notar cierta sorna en mi ofrecimiento
y volvió a reconducirme amablemente con un “me cago en tu estampa, Martínez.
Sigue por donde íbamos o te arreo”. Lo dijo alzando la mano en el ademán de
atizarme un sopapo de los de campeonato. Yo lo que quería, señor comisario, era
espabilarla un poco, porque llevábamos en el cuerpo cuatro cañas y tres
gintónic por lo menos. No quería que se durmiera o, lo que hubiera sido peor, que
le diera por vomitar y no pudiéramos hacer nada de lo que había planeado para terminar,
como Dios manda, esa noche. En <i>La
esquinita del olvido</i> me había puesto a cien. El escote que lucía era de los
que, si se lo proponía, con un movimiento un pelín brusco y bien calculado, así
como por descuido, pues dejaba escapar la teta entera. Usted ya me entiende,
señor comisario. A la tercera copa le dije que si quería venir a mi casa para conocer
a mi mascota juguetona. Soltó un par de risitas y me dijo: “Ay, pillín, que te
veo venir. Los hombres no pensáis nada más que en una cosa”. Por eso, porque
quería espabilarla, y de paso un poco yo también, le dije que iba a preparar un
café y que se pusiera cómoda. Cuando llevé las dos tazas, la gachona estaba repantigá
en el sofá y más en cueros que cuando la alumbró su santa madre hará treinta y
tantos años, aunque ella se empeñe en decir que solo tiene veinte y pocos. Yo,
al verla así me arrugué un pelín, la verdad. Y es que a mí me aturden las mujeres
que toman la iniciativa, por qué negarlo. “Anda, dame a probar ese café” me
dijo. Con una mano temblorosa se lo acerqué. Se lo bebió de un sorbo y dejando
la taza en el suelo va y me dice “Está poco amargo. Así no estimula lo
suficiente. No sé si voy a poder jugar mucho rato con tu mascotita”. </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Así fue. Aquella primera vez no di la talla. Bueno, esto
último no se lo dije al comisario, te lo digo a ti. Porque, a ver, son cosas
privadas que no venían al caso. Me prometí que el siguiente café lo haría más
concentrado. </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Al comisario le seguí contando que las cosas vinieron
rodadas. Me dijo que parara un momento, que iba a cambiar las pilas de la
grabadora. Mientras me entretuve mirando la primera página del periódico que
tenía encima de la mesa. Algo sobre la presidenta de la comunidad de Madrid y
un video grabado por las cámaras de vigilancia de un supermercado en el que se
la veía mostrando el contenido de su bolso. ¿Sigo ya?, pues le decía a usted que
las cosas fueron por donde tenían que seguir. La Juanita me contó que se había
venido para “la madre patria”, así con esas palabras lo dijo, porque quería
prosperar. “Allá en mi tierra, el trabajo de camarera, aunque fuera en el sitio
donde se servía el mejor café del mundo, no estaba bien <i>pagao</i>. Si no fuera porque algunos clientes eran amables conmigo y,
a veces, me ayudaban económicamente pues no hubiera podido salir de algunos
apuros. Bueno, también porque últimamente la garura andaba detrás de mí por
unos cuantos quetzales que faltaban en la caja del café. El jefe decía que
había sido cosa mía. ¡Mal rayo lo parta al cholludo ese!”. Eso fue lo que me
dijo la Juanita. Yo no quise que me diera más detalles, aunque imaginé a qué se
debía el que algunos clientes fueran tan generosos con ella. El caso era que se
había gastado todos su ahorros en el pasaje de avión y ahora andaba buscando
empleo y piso. “Me conformo con un apartamentito pequeñito, pero baratito. Tú
me entiendes”. Hasta ahora, una amiga y paisana suya que vivía en un piso
compartido con otras cinco personas, tres de ellas emigrantes sin papeles, le
había dejado dormir en su cama porque ella estaba de viaje. Pero su amiga volvería
dentro de dos días y tendría que abandonar el cuartito. Así que no tuve más que
apenas insinuar que podría venirse a mi piso para que, dicho y hecho, metiera
en dos bolsones de El Corte Inglés todas sus cosas y se viniera vivir conmigo.
“El resto de mis pertenencias ya las traeré otro día. No creas, mi patojito,
que estoy con una mano adelante y otra atrás”.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Al principio todo iba bien, como ya le dije antes señor
comisario. La Juanita se instaló en mi piso y mi vida, poco a poco, empezó a
cambiar. Hizo algunos “ajustes”, decía ella, en mi escaso mobiliario; me trastocó
la configuración de los programas de la tele; se empeñó en que me lavara los
dientes después de cada comida (hasta ahora se me olvidaba hacerlo alguna vez
que otra, eso es cierto) y, qué quiere usted que le diga, otras cuantas cosillas
más sin importancia que yo toleraba porque luego tenían su compensación en la
cama. </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Sin embargo había algo que me irritaba y era que no tuviera
ni repajolera idea de cocinar. Vamos que para haber sido camarera como decía,
qué menos que eso, hacer un café, digo yo. Pues nada, ni eso. Pero lo que más
me jodía era que cuando le llevaba el café después de haberse metido entre
pecho y espalda un buen plato de bacalao <i>encebollao</i>
o unos buenos andrajos, siempre me dijera: “Este café no amarga lo suficiente.
No es como el de mi tierra. El café bien cargado da vigor a los hombres. A ver
si aprendes, tiene que ser bien amargo y tan negro como los pelos de mi coño”.
Yo, por complacerla a ella cambié de marca de café, busqué los que venían de su
tierra, doblé la dosis de carga no sé cuantas veces, incluso compré una
cafetera nueva por si la vieja estuviera mal y fuera esa la causa de que
siempre le supieran poco amargos mis cafés. Pero todo en vano. Mis cafés
seguían pareciéndole poco amargos.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Por eso, aquella tarde al café suyo le añadí aquellos polvos
que me dio un amigo mío, empleado en una joyería y que ellos usaban para hacer
dorados químicos. Me aseguró que eran bien amargos. Cuando le serví la taza a la
Juanita, me quedé expectante de pie y a su lado, esperando que la bebiera de un
sorbo, como solía hacerlo. “Vaya hombre, por fin te sale un café bien amargo.
Aunque le noto cierto sabor a almendra. ¿Qué le has echado?” Lástima que al
poco empezara a quejarse de dolor en la barriga y a echar espumarajos por la
boca. Pero, qué quiere usted que le diga señor comisario, se lo juro por mis
muertos, yo solo quería que el café estuviera amargo, bien amargo. Como los de
su tierra. Y nada más.</span></p>
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">El comisario se levantó de su silla, se dio un par de
rascabinazos en la entrepierna, apagó la grabadora y me dijo: “Martínez me
tienes hasta los cojones. Hasta que no me cuentes todo no voy a parar”. Y me
mandó de nuevo para nuestra <i>suite</i>. Y
aquí me tienes otra vez, tío. Oye…, ahora que lo pienso, tú no serás un chivato
¿no? Porque vamos, hasta ahora solo has estado dejándome hablar. Tú no has
dicho ni pio… Bueno, da igual. De todas maneras te voy a decir una cosa. La Juanita,
cada vez que me decía: “Este café no amarga lo suficiente. No es como el de mi
tierra. El café bien cargado da vigor a los hombres”, después añadía: “Y a ti
no te vendría mal un café bien hecho, como Dios manda, para que te dé más energía.
Ah, ¿dónde estará el vigor de aquellos hombres de mi país?... ¡Ay mi patojito,
que tu mascota juguetona no se parece en nada a las que conocí en mi tierra!”. Como
comprenderás, a mí ese comentario no me hacía gracia, la verdad. No iba a
consentir que fuera por ahí contando a <i>to</i>
dios mis flaquezas. Pero esto es una cosa íntima, un simple detallito que al
comisario ni le va ni le viene, ¿no crees tú? Por eso no se lo he contado a él.</span></span>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-2016148929227161002023-07-05T20:51:00.000+02:002023-07-05T20:51:23.420+02:00Que también se van al cielo / Todos los negritos buenos.<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">A mi madre le gustaba cantar boleros de Antonio
Machín. Los entonaba para ir tirando, ni bien ni mal, pero a mí me gustaba
verla así, cantando; creo que en esos momentos, a pesar de mi corta edad, yo
percibía y participaba de su alegría. En esos momentos el azul del cielo me
parecía más azul. Ahora, con el paso de los años, sé que no todas las madres
del mundo cantan mientras tienden la ropa, ni cuando preparan la comida, ni
cuando peinan a sus hijos… Ahora sé que yo disfruté de una infancia afortunada,
a pesar de los berrinches que pillaba todos los años, cuando comprobaba que los
Reyes Magos se habían vuelto a olvidar de mi deseada Orbea.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">¿Qué por qué cuento esto? Pues porque el otro
día, hablando con unos amigos salió a relucir los insultos racistas a Vinicius
Jr. Sí, ese, el delantero del Real Madrid que es negro como todos sabéis. Creo
que fue en un partido del Madrid contra el Valencia. Mis amigos comentaban
indignados que esos insultos eran muestras de racismo y que el partido debió de
suspenderse en esos momentos. Yo asentía con la cabeza y, sin saber muy bien
por qué, me puse a tararear “Angelitos negros”, tal como lo hacía mi madre cuando
nos preparaba la merienda. Y es que una de las canciones de Machín que mi madre
se sabía entera era esa, Angelitos Negros. Otras veces cantaba “El manisero” o
“Dos gardenias”, pero no atinaba con la letra completa, aunque yo no me daba
cuenta del fallo en aquellos días.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Esa tarde, cuando volví a mi casa, busqué en
internet la letra de Angelitos Negros y, como aún faltaba mucho tiempo para que
empezara el “Pasa palabra”, me entretuve buscando el origen de la famosa
canción.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Lo que mi madre nunca me contó, fue que Machín
era hijo de un español y que cuando vino a España, en 1939, se enamoró de una
sevillana —¡arsa mi arma, nene!— y se casó con ella cuatro años después y ya no
se fue de aquí. Ahora me explico por qué era tan querido en nuestra tierra. Tan
es así que en 2006, en Sevilla, se le levantó un monumento en el que figura con
traje de fiesta y sus inseparables maracas. Y fueron a plantarlo, cosa curiosa,
delante de la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, de “los Ángeles”,
¿pilláis el detalle?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">El caso es que Machín no tenía ni idea de los
angelitos negros hasta que no oyó cantar el famoso bolero en boca de Toña la
Negra. Le gustó tanto que se empeñó en cantarlo él. Lo ensayó, supongo, durante
unas semanas y en 1947 lo grabó él por primera vez. Pero, ¿quién es el autor
del bolero? Ya veo que no fue Machín y sus maracas, ¿fue Toña? Pues tampoco. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-SinrHGup6CsezD-tghjrPz9sVfxIC7HJWnX1QRXYcCl9OTvB7niSTCLtlBRHX-Ds8WtMlkU_h9QD57-MyVEUUSARi305P5p2McEOdPa9t7aP9VKnxngCiFlSa09KMQUQhVqHpPHywBo7R5Co6MUr7_RCOJqHeQeBnS5mL188YxC20_xhbW34U90AYrFG/s392/Racismo%20b.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="391" data-original-width="392" height="199" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-SinrHGup6CsezD-tghjrPz9sVfxIC7HJWnX1QRXYcCl9OTvB7niSTCLtlBRHX-Ds8WtMlkU_h9QD57-MyVEUUSARi305P5p2McEOdPa9t7aP9VKnxngCiFlSa09KMQUQhVqHpPHywBo7R5Co6MUr7_RCOJqHeQeBnS5mL188YxC20_xhbW34U90AYrFG/w200-h199/Racismo%20b.JPG" width="200" /></a></div><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman", "serif"; font-size: 12pt;">Mirando un libro que tengo en un rincón de mi
biblioteca que trata sobre la copla española, y buceando en el mar océano del
internet he llegado a saber que la susodicha copla se basa en un poema del
venezolano Andrés Eloy Blanco Meaño, político y sin embargo también poeta, que
se incluyó en su obra titulada “</span><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman", "serif"; font-size: 12pt;">La
Juanbimbada<i>”</i></span><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman", "serif"; font-size: 12pt;">, publicada en los años cuarenta del pasado siglo…
¿qué?... ¿que no he dicho el título del poema?... pues lo digo ahora. Se titula
“Píntame angelitos negros” y podría considerarse un himno contra la
discriminación racial. Lo he encontrado, ¡cómo no!, en internet. Es más, he
encontrado un sitio en Youtube donde se puede oír el poema recitado por el mismísimo
autor. Os aseguro que merece la pena escucharlo con la magnífica musicalidad y
cadencia con que lo lee. Aquí os dejo la dirección para que lo oigáis. En
último caso, podéis poner en el buscador de Google el título del poema y seguro
que os lleva hasta donde el propio Andrés Eloy os lo lee.</span><p></p>
<p class="MsoNormal"><a href="https://www.google.com/search?gs_ssp=eJzj4tZP1zc0MjaPLzYtNGD0Ei_IzCtJzE1VSMxLT83JLMkvVshLTS_KBwDhZQzB&q=pintame+angelitos+negro&rlz=1C1FKPE_esES965ES965&oq=&aqs=chrome.0.46i39i362j35i39i362j46i39i362l4j35i39i362j46i39i199i362i465.647320j0j15&sourceid=chrome&ie=UTF-8#fpstate=ive&vld=cid:1a28c9e4,vid:4UBJvC9FiUw">https://www.google.com/search?gs_ssp=eJzj4tZP1zc0MjaPLzYtNGD0Ei_IzCtJzE1VSMxLT83JLMkvVshLTS_KBwDhZQzB&q=pintame+angelitos+negro&rlz=1C1FKPE_esES965ES965&oq=&aqs=chrome.0.46i39i362j35i39i362j46i39i362l4j35i39i362j46i39i199i362i465.647320j0j15&sourceid=chrome&ie=UTF-8#fpstate=ive&vld=cid:1a28c9e4,vid:4UBJvC9FiUw</a>
</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Bueno, ya vemos que primero fue el poema. Luego
tuvo que haber alguien que le pusiera música y con unos cuantos tijeretazos lo
convirtiera en bolero. Ese fue el mexicano Manuel Álvarez Rentería, de apodo
“Maciste”. Y ¿qué hizo Don Manuel cuando terminó de escribir la letra y
partitura de la canción? Pues se la enseñó al más famoso actor y cantor
mexicano de aquellos días, a Pedro Infante que, cuando terminó de escucharla,
le dijo: “¡Órale güey, esto está chido! Tu eres un chingón de compositor. No
solo te lo voy a cantar, sino que también vamos a hacer un film que va a ser
algo perrón. ¡Ándale, vamos a por unas chelas para celebrarlo”.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Así que ese es el camino, empieza con Andrés
Eloy, le sigue Manuel Álvarez, luego va Pedro Infante, a continuación Toña la
Negra, le llega a Antonio Machín y de ahí a mi madre. Porque la versión que
cantaba mi madre era la de Machín. Todo lo anterior lo desconocía. Tampoco
sería consciente del sentido antirracista que encierra tanto el poema como la
canción de los negros angelitos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Por todo eso la tarareé yo la otra tarde, cuando
salió a relucir en nuestra conversación los vergonzosos insultos con que la descerebrada
hinchada futbolera obsequió a Vinicius.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Y ahora, antes de poner el fin al rollo que os he
endiñado, añado que el propio Machín dijo que este bolero, el de los angelitos,
fue el único que cantó cuyo tema no tuviera nada que ver con los amores o
desamores.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="color: #1a1a1a; font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-weight: bold; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Queda dicho.<o:p></o:p></span></p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-29711037263061574162023-07-03T19:16:00.005+02:002023-07-03T19:16:53.165+02:00Queridas abejas<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLM4OBRDRXrYQLM03sxGl7tKKh1uBPxWnUbPjfXfD1l-Na_kwPRv_YSi03L7pb_O8Ft46Ti3SnHovNbI64mNvB7lDJoRiDyVclvQIUxoJ4Q3hCk1UtSGvP6y0rNjW1xuq-sL3HtrUZoqWR82_nfNk6SNV4SGpi0E7ahozdtgaMWp4Q9i6jqg11-Cqjz0Da/s570/Abeja%20con%20polen.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="382" data-original-width="570" height="214" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLM4OBRDRXrYQLM03sxGl7tKKh1uBPxWnUbPjfXfD1l-Na_kwPRv_YSi03L7pb_O8Ft46Ti3SnHovNbI64mNvB7lDJoRiDyVclvQIUxoJ4Q3hCk1UtSGvP6y0rNjW1xuq-sL3HtrUZoqWR82_nfNk6SNV4SGpi0E7ahozdtgaMWp4Q9i6jqg11-Cqjz0Da/w320-h214/Abeja%20con%20polen.JPG" width="320" /></a></div>Hace cinco años, en el 2018, murió Jorge Wagensberg quien, a
pesar del apellido (sus padres eran judíos polacos que se exiliaron a España
cuando la persecución de los nazis), fue un profesor e investigador doctorado
en Física. Creó y dirigió entre <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/1991" title="1991"><span style="color: windowtext; text-decoration-line: none;">1991</span></a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/2005" title=""><span style="color: windowtext; text-decoration-line: none;">2005</span></a> el Museo de la
Ciencia en Barcelona, actualmente denominado <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/CosmoCaixa_Barcelona" title="CosmoCaixa Barcelona"><span style="color: windowtext; text-decoration-line: none;">CosmoCaixa</span></a>, de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/La_Caixa" title="La Caixa"><span style="color: windowtext; text-decoration-line: none;">Fundación
"la Caixa"</span></a>. También fue un escritor autor, entre otros
muchos, de un libro que tiene por título “A más cómo, menos por qué”. El título
del libro, en principio, parece una perogrullada, pero la verdad es que
encierra una reflexión que nos reafirma en la convicción de que a más
investigación, a más ciencia, menos preguntas sin respuesta y, por ende, menos
necesidad de la fe.<p></p>
<p class="MsoNormal">Bueno, pues ese libro que guardo desde hace tiempo en mi
biblioteca (la edición es del 2006), me ha dado por hojearlo esta tarde y pararme
en alguna las muchas reflexiones que contiene (es un libro para leer despacio,
sin prisas y a pequeños sorbos).</p>
<p class="MsoNormal">Me ha parecido oportuno compartir con vosotros esta que os
copio más abajo, más que nada porque la veo muy de actualidad hoy que tanto se
habla de preservar la biodiversidad. Algunos dudaran y negaran (de todo hay en la viña del
Señor) lo que muchos científicos nos vienen anunciando desde hace tiempo: que
están desapareciendo (quiero decir extinguiéndose) especies animales a pasos
agigantados y que otras muchas más están en riesgo de extinción; como por
ejemplo el oso polar, el koala, el delfín de rio, la foca monje, el caribú, el
puma, el orangután y… ¡oh cielos, las abejas!... No, por Dios, que no
desaparezcan las abejas.</p>
<p class="MsoNormal">Bueno, a lo que vamos, aquí os dejo la reflexión de
Wagensberg. Que os aproveche.</p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">“<i>Principio ÉTICO de la biodiversidad: Existir
es un milagro cósmico ¿por qué salvar una especie? Solo por eso, porque ya
existe.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><i>Principio ESTÉTICO de la biodiversidad: Todo
lo vivo es bello ¿por qué salvar una especie? Solo por eso, porque es belleza.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><i>Principio CIENTÍFICO de la biodiversidad:
Cada especie es un enigma ¿por qué salvar una especie? Solo por eso, para
salvar el enigma.<o:p></o:p></i></p>
<i><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">Principio
ECONÓMICO de la biodiversidad (para los
escépticos de los principios ético, estético y científico): Toda la comida, la
tercera parte de los medicamentos y buena parte de los materiales que usamos
procede de especies silvestres ¿por qué salvar una especie? Solo por eso,
porque en ella puede estar la solución de un problema que ahora ni siquiera
existe</span></i><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">”.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /></span>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-11710715925779095242023-07-01T18:40:00.001+02:002023-07-01T18:40:32.498+02:00Una imagen vale mil palabras<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6doZ95sj7WJmz9Cds9qbrcwxs0s0-G9ffaIGQwILYZttBlveyQQLjMk4jXTIAHYlyLsOhwy0n8895v96bC29Im3H8nbVhllw1roKk1oh4s4cnjYfdrxmILDGOlR8AtJuWuT9kLJOoO3hys11ZP146wVwD6LhvJpHGTOYggwarTd-FgCxIfcrCi8KDOgcx/s669/1945laina.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="669" data-original-width="413" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6doZ95sj7WJmz9Cds9qbrcwxs0s0-G9ffaIGQwILYZttBlveyQQLjMk4jXTIAHYlyLsOhwy0n8895v96bC29Im3H8nbVhllw1roKk1oh4s4cnjYfdrxmILDGOlR8AtJuWuT9kLJOoO3hys11ZP146wVwD6LhvJpHGTOYggwarTd-FgCxIfcrCi8KDOgcx/w248-h400/1945laina.jpg" width="248" /></a></div><br />Una
imagen vale mil palabras, dice el dicho. Ante esta imagen a mí se me vienen mil
palabras o quizá más, no sé, no las he contado. Lo que pasa es que no encuentro
el hilo conductor de la historia. Por ejemplo, me fijo en el maletilla y, si
ese es el hilo del que tengo que tirar, puedo ver que su intención
era colarse en la ganadería y torear al morlaco que parece estar esperándolo
apoyado en el balcón de su casa y diciéndose “pasa, pasa, que te vas a
enterar”. El maletilla es de origen humilde, calza alpargatas, ¿no lo veis? Me
recuerda a “El Cordobés” que él mismo contaba que empezó así, yendo de capeas
clandestinas cuando no haciendo de raterillo por su Palma del Rio.<p></p>
<p class="MsoNormal">Pero este maletilla, el de la imagen, no está claro si lo
que pretende es entrar o escabullirse del bravo que lo ha perseguido y le ha
hecho arrastrarse por debajo del cercado para ponerse a salvo. Lo que no cambia
es lo que el toro parece estar diciéndole: “pasa, pasa, si tienes huevos, que
te vas a enterar”.</p>
<p class="MsoNormal">Sin embargo, si el hilo conductor empieza en el cartel que
anuncia ese vino seco, de color amarillo pálido, de origen jerezano y
mundialmente conocido, la pregunta que me hago es: ¿qué puñetas pinta el fino
La Ina en esta historia? </p>
<p class="MsoNormal">Ahora que lo pienso, está claro que el cartel publicitario
es la parte principal de la historia. Sí, porque ha sido ese bodeguero, el
propietario de ese vino, el que ha pagado al artista que ha pergeñado la
escena.</p>
<p class="MsoNormal">Pero entonces, ¿qué nos quiere transmitir el ilustrador?,
¿que las bodegas jerezanas son las propietarias de la finca donde se guardan
los toros de lidia?, ¿que solo si bebes su vino tendrás el valor suficiente
para enfrentarte al imponente cornudo? Lo que no creo que quiera decirnos el
retratista es que por culpa de haberse pasado en la cantidad de “chatos”
trasegados con los amiguetes, el maletilla haya tenido que salir por pies
cuando comprobó que lo que venía encima a todo correr, no era un novillo sino
un toro de trapío con más de seiscientos kilos de peso. No eso no es lo que
quería contarnos el artista con su viñeta porque eso sería publicidad negativa;
o tal vez sí, pero los directivos de las bodegas, que no estaban para perder el
tiempo en elucubraciones, no supieron leer las mil palabras que la imagen les
estaba contando.</p>
<p class="MsoNormal">En cualquier caso cuando esta tarde, revisando mi archivo de
imágenes guardadas en mi ordenador me he encontrado esta que os muestro, he
pensado que este tipo de publicidad, asociar alcohol con los toros de lidia —cosa
tan normal hasta hace bien poco—, hoy no estaría permitida. Pero en el año
1945, fecha en la que se hizo el cartel, si lo estaba. Tendré que buscar un
anuncio actual de “La Ina”, a ver qué historia cuentan sus publicistas ahora,
¿vosotros lo sabéis?</p>
<p class="MsoNormal">Por cierto, y ya a
modo de posdata, un amigo mío aficionado a las corridas de toros, me contó hace
unos días que el toro de mayor peso que ha salido a un ruedo para acabar
estoqueado pesaba 950 kilos y era de la ganadería de Arranz . El valiente que
se enfrentó a él fue el diestro mexicano David Liceaga, y el espectáculo se dio
en la Monumental de Barcelona en el año 1932.<o:p></o:p></p>
<span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-font-style: italic; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">Y ahora voy a tomarme un
finito con unas peladillas, que me lo he ganado. ¿Queréis acompañarme?</span>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-67441606296220753112023-04-06T19:27:00.004+02:002023-04-06T19:28:27.286+02:00Ginés<p>“Escribir es ponerse a ello”. Eso me dijo ayer Ginés, un
periodista del diario local que está escribiendo una novela, con el que comparto
un taller de cerámica (tres semanas de duración y ciento cuarenta y cinco euros
de matrícula, por los gastos de material, dicen).</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgOXAwjEyCMpRbY58r55vRnGpOCMWpO6BpRTj3Mr5AeninejB4ZkkE2OkXu3AntK_OzdUEgKsNr2vAHGhefcGaxNSaIBkPzkdVLkTXmV81BbHXg619bXKaaG6iJjpa-ZXJcCuIBB1CphbjM-tedlJBxbD5hdKDczSuW0vYplyO1f3a2OHYVeHqA9_O8Q/s450/hombre-gordo-en-tapa-del-tanque-5938549.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="450" data-original-width="352" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgOXAwjEyCMpRbY58r55vRnGpOCMWpO6BpRTj3Mr5AeninejB4ZkkE2OkXu3AntK_OzdUEgKsNr2vAHGhefcGaxNSaIBkPzkdVLkTXmV81BbHXg619bXKaaG6iJjpa-ZXJcCuIBB1CphbjM-tedlJBxbD5hdKDczSuW0vYplyO1f3a2OHYVeHqA9_O8Q/s320/hombre-gordo-en-tapa-del-tanque-5938549.jpg" width="250" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0cm;">—A mí
siempre me decía mi <i>profe</i> de lengua que
mis redacciones eran muy pobres y que no me suspendía porque estaba <i>enchufao</i>— le dije al periodista con
ínfulas de escritor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0cm;">—Que no te
dé reparo. Tú ponte ante tu ordenador, abre el Word, pulsa sobre “nuevo
documento” y cuando aparezca la página en blanco, escribe en ella lo primero
que se te ocurra, una frase, una idea, lo que sea. El caso es no quedarse
parado. Luego solo tienes que seguir tirando del hilo y al final, casi sin
darte cuenta, has llenado cuatro páginas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0cm;">—Me parece
algo surrealista, pero no sé… tal vez lleves razón.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">—No lo dudes —me respondió él—. Pásame el engobe rojo, haz
el favor. Quiero darle una apariencia de <i>terra
sigilatta</i> a este magnífico cuenco que me ha salido.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Ginés tiene las manos regordetas, como todo él. Desde el
primer día del taller, la <i>profe</i> nos
situó uno al lado de otro para compartir herramientas. Lo primero que hace
cuando llega es sacarse del dedo meñique de la mano izquierda un grueso anillo
dorado con una llamativa piedra azul. Me dijo, sin que yo le preguntara, que lo
había heredado de su padre y que se lo ponía en el meñique porque en el anular
no le cabía. “Es que mi padre tenía los dedos muy finos, ja,ja,ja”. Era su
manera de disimular que sus dedos parecían salchichas recién hechas. “Me lo
quito porque no quiero que se me estropee amasando la arcilla. Significa mucho
para mí”. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">El tercer día de clase, Ginés llegó con unos minutos de retraso. Yo había terminado de
modelar un cuenco que pretendía hacerlo pasar por una reproducción de una
vasija de la antigua cultura argárica; la
<i>profe</i> lo miró un par de veces
y me dijo: “Vale, puede pasar”. No le noté demasiada convicción en su tono de
voz. No obstante se llevó mi cuenco para cocerlo en el horno. Cuando Ginés se
sentó a mi lado, me llegó un tufillo de colonia barata mezclada con sudor. “Vengo corriendo porque el director del
periódico me ha entretenido alabándome el artículo que le había entregado.
Mañana lo podrás leer en la cuarta página. Me ha dicho que si sigo así pronto
mis artículos aparecerán en primera página”. Me contó también que había mandado
su segunda novela a una editorial independiente, para autores noveles, porque
las grandes editoriales reciben muchos textos y no le prestan atención nada más
que a los autores consagrados. Le pregunté por la primera novela y me dijo que
también estaba pendiente de publicación, pero que seguramente saldría al
público en el próximo verano.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">He leído tres o cuatro artículos de Ginés y, la verdad, no
les veo demasiado gancho. Vale, vale, por donde pasan mojan, pero no son de
primera, ni mucho menos. Ginés tendrá unos cincuenta y tantos años. Es soltero,
aunque él presume de haber tenido muchas novias, pero al final, como “ninguna
está a su altura”, según él, y a pesar de que sabía que al dejarlas les partiría
el corazón, no tenía más remedio que romper con ellas. Una tarde me enseñó una
foto de la última amiga que había tenido. Yo le dije que se parecía mucho a Marta
Etura. Él me respondió, componiendo en su cara un gesto como de no darle
importancia al asunto, que sí, que todo el mundo le encontraba parecido con la actriz.
Luego, una vez en mi casa, recordé que en internet o en alguna revista, ahora
no estoy seguro, yo había visto una vez una foto de Marta en la misma postura y
con el mismo vestido que llevaba la amiga de Ginés en la foto que me enseñó. No
sé qué pensar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Al taller nos inscribimos once alumnos, cuatro hombres y
siete mujeres, que con Ana, la <i>profe</i>,
componemos una docena heterogénea en cuanto a edades se refiere. La más joven
es precisamente la que nos instruye en el manejo del barro. Estará en mitad de
la treintena. El mayor de todos creo que soy yo, que llevo ya seis años
jubilado. Siempre he dicho que jubilación no es sinónimo de inacción. Todo lo
contrario. Es el momento de hacer lo que, por razones del trabajo, no habías
tenido tiempo antes. Tanto es así que para cuando termine este taller de
cerámica, ya me he apuntado a un curso de cocina que empieza el mes que viene.
A ver si consigo cocinar una buena paella.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Ginés le cae bien a todo el grupo. Es muy ocurrente y
siempre está contando historietas en voz lo suficientemente alta como para que
le oigamos todos. Sus chistes hacen reír a todo el mundo, incluso a mí. También
es muy detalloso con los demás. La tarde del viernes, Inés estaba demasiado
callada, un tanto abatida nos pareció a todos. Ginés le preguntó si le había
pasado algo malo. Inés nos contó que esa mañana un coche atropelló a su gatito
Micifuf. Bueno, pues al lunes siguiente Ginés apareció con una gran caja atada
con una cinta que iba rematada con un vistoso lazo rojo. “Me he pasado todo el
fin de semana buscando esto para ti”, le dijo a Inés al entregarle la caja. Por los arañazos que
se oían en el interior todos sabíamos, antes de que Inés la abriera, lo que
contenía la caja. “Está recién destetada. Es una gatita que aún no tiene
nombre. Pónselo tú”. Supongo que ahora os hacéis una buena idea de por qué
Ginés cae bien a todos y es fácil “perdonarle” sus delirios de grandeza.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">En las novelas, a veces te encuentras personajes totalmente
buenos o totalmente malvados; las escriben autores mediocres. En la vida real
las personas no respondemos a esos patrones. Todos tenemos nuestros matices,
nuestro lado luminoso y nuestro lado oscuro en mayor o menor medida. Ginés no
podía ser menos. Una tarde al salir del taller de cerámica quiso invitarme a
una cerveza. Al principio puse una excusa, no recuerdo cual, pero ante su
insistencia no tuve más remedio que aceptar. “Una caña nada más, ¿vale?, que el médico me ha
prohibido el alcohol y las sin alcohol están muy malas”, le dije. Fuimos al bar
de Lorenzo, el que está haciendo esquina con el bazar de los chinos. Empezamos
hablando del dichoso tranvía fantasma y de la incompetencia de los políticos
locales. Ginés me dijo que estaba preparando un extenso y bien documentado
artículo al respecto, que tenía información privilegiada y que no pensaba
callarse. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Acabada la primera caña, pedimos una segunda. Ginés siguió
diciéndome que, para obtener esa información “especial”, tuvo que gastar dinero
de su bolsillo, que el periódico no quería saber nada de gastos extras que
rayaban con el soborno. Con la tercera caña me dijo que se había quedado sin <i>cash</i> y que tenía que hacer frente a un
urgente pago. Me dijo que si yo podía adelantarle mil euros, solo por unos
días, hasta que el periódico le pagara el artículo que estaba preparando y que
levantaría ampollas. Le dije que, como era natural, no llevaba tal cantidad en
el bolsillo. “¿Cuánto tienes?”, me preguntó. Abrí mi billetera y saque ciento
ochenta y cinco euros. Los cogió sin dudar y me dijo que le bastarían para contentar
a sus acreedores por esa noche, pero que si no me importaba, que al día
siguiente le llevara a la clase el resto. Y seguidamente se puso a hablar de lo
buena que estaba Inés y que pensaba invitarla a una excursión a Fuengirola el
próximo fin de semana. Eso último me hizo dudar del uso que le daría al dinero
que me había pedido. Espero que Inés rechace su invitación. Menudo liante está
hecho este tipo. Eso sí, tuvo el detalle de decir “deja, invito yo” y pagar las
consumiciones con el dinero que yo le acaba de dar. Al día siguiente le llevé
otros trescientos euros y le dije que después del fin de semana le daría algo
más. Me respondió que no me preocupara, que bastante había hecho y que ya se
las apañaría él. Me prometió devolverme los cuatrocientos ochenta y cinco euros
a final de mes. Las clases del taller terminan dentro de cuatro días y para
final de mes aun quedan dos semanas. Espero que no se olvide de llamarme para
saldar su deuda conmigo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"> Ayer fue el último
día del taller. Ana llevó una botella de mistela y unos roscos, hechos por ella
misma según nos dijo, para la despedida. Mientras bebíamos los chupitos y
probábamos los rosquitos, yo le pregunté a Ginés si había terminado ya de
escribir su artículo, ese que iba a levantar ampollas entre ciertos políticos
locales. Llevándose la mano derecha a la boca hizo el gesto de cerrarla con
cremallera y me susurró al oído que no quería que los demás se enteraran, que
eso me lo había contado a mí en confidencia, que el artículo iba a ser un
bombazo y que sería más extenso de lo habitual y que todo eso se llevaba su
tiempo. Entonces yo le dije, con cierta sorna que él no supo ver o dejó pasar
por alto, que lo comprendía, que eso de ponerse a escribir era complicado y que
no todo el mundo estaba capacitado para hacerlo. Fue en ese momento cuando me
soltó aquello de que “escribir es ponerse a ello”.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Y aquí estoy hoy, intentando seguir los consejos de Ginés.
He abierto un documento nuevo en Word y voy a escribir la primera cosa que se
me ha ocurrido. Es una frase de Calderón de la Barca que mi padre me dijo en
más de una ocasión con intención moralizante.
<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Dice así: “Fingimos lo que somos; seamos lo que fingimos”.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">… Llevo cinco minutos pensando cómo seguir y no se me ocurre
nada.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">… Creo que lo voy a dejar.<o:p></o:p></p>
<span face=""Calibri","sans-serif"" style="font-size: 11pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">… Mejor me hago un bocata de anchoas, que me ha
entrado un poco de gazuza.</span>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-50169251834453895752023-03-20T17:17:00.004+01:002023-03-20T18:39:42.936+01:00SECRETO DESCUBIERTO<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpB7MTtbdRB24fmngLdoIqDDxqr4X3QqZ2bmt4BySG_A3DWecjm3iYwu9v23NJwBEyMGqsz71roJzjF93-BD1Hjr1B3G7etbsLCeGXHZidKHAC6kYvewI8DkJ3QsFc8F3mVFd9Er7V_Vd2xS-Y-A8Q5QBHC9bupn8srbYr4nsnD9NgGGqbJdhXnfKCrQ/s1024/REVOILVER.jpeg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="708" data-original-width="1024" height="221" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpB7MTtbdRB24fmngLdoIqDDxqr4X3QqZ2bmt4BySG_A3DWecjm3iYwu9v23NJwBEyMGqsz71roJzjF93-BD1Hjr1B3G7etbsLCeGXHZidKHAC6kYvewI8DkJ3QsFc8F3mVFd9Er7V_Vd2xS-Y-A8Q5QBHC9bupn8srbYr4nsnD9NgGGqbJdhXnfKCrQ/s320/REVOILVER.jpeg" width="320" /></a></div>Aquella sería la última vez que entraba en esa casa, pero él
todavía no lo sabía. Creía que ella estaría esperándolo, como tantas otras
veces. Luz tenue. Los violines de Mantovani invitando a la intimidad. Dos
daiquiris recién combinados, uno de ellos –el suyo–, con menos limón.<p></p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Abrió con la llave que ella le dio la tercera o cuarta vez
que se veían en su casa. «Toma, para que la vecina no oiga el timbre cuando
vengas», le dijo. Al principio le sorprendió no oír la música, pero no le dio
importancia. Luego le pareció que la penumbra era más espesa de lo habitual. «Hola,
¿estás ahí?», dijo apenas alzando la voz. Al momento se encendió la lámpara que
había detrás del sillón. Un fogonazo cegador. Se aviseró con la mano los ojos y
creyó ver la figura de un hombre en el lugar donde debería estar ella, esperándolo
sentada y con las piernas entreabiertas, lujuriosas, insinuantes. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">«Mi marido estará tres días en Marsella, ven esta noche», le
había dicho por la mañana al pasar, como casualmente, por su mesa de la oficina.
Ahora estaba confuso. Si no hubiera abierto con la llave… Si hubiera llamado al
timbre podría haber inventado una excusa, que se había equivocado de puerta,
por ejemplo. Pero ahora no supo reaccionar. Tampoco se percató de la pistola
que aquel hombre tenía en la mano, apuntándole.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Aquella sería la última vez que entraba a esa casa porque ya
nunca más saldría de ella. Pero de eso tampoco fue consciente.<o:p></o:p></p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-41286905278466045572023-03-17T12:12:00.006+01:002023-03-17T12:12:55.171+01:00Ilusiones<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPcF7B_1ZlefhtedXPffnyzeXIZFw_rqTZQw-HcX3lxSZryXbBBg7xn2pPTP150v_9wW_ppRoYRVvW_qJmI5YLXAFMR7-wavK_867rQfOa3zZdBwAqML7roh2cU9U_JoQScsTbn81ijR6elSnGP16AtQww0Tsp6GMYQJXIVayNpvJck0mXRaUVb0ro7g/s600/ilusion.jpeg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="396" data-original-width="600" height="211" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPcF7B_1ZlefhtedXPffnyzeXIZFw_rqTZQw-HcX3lxSZryXbBBg7xn2pPTP150v_9wW_ppRoYRVvW_qJmI5YLXAFMR7-wavK_867rQfOa3zZdBwAqML7roh2cU9U_JoQScsTbn81ijR6elSnGP16AtQww0Tsp6GMYQJXIVayNpvJck0mXRaUVb0ro7g/s320/ilusion.jpeg" width="320" /></a></div><br />1.- Se cree que por
tener un reloj y poder cambiarle la hora a su antojo domina al tiempo.<p></p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">2.- Tiene cien trajes distintos porque cree que cada vez que
se cambia de chaqueta es una persona diferente.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">3.- Su padre lo ilusionó cuando era pequeño diciéndole que,
con un poco de esfuerzo y perseverancia, el día de mañana podría conseguir la
luna. Ayer lo encarcelaron por llevar veinte años practicando alunizajes.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">4.- Se hacía la ilusión de que al mover hacia atrás las
manecillas del reloj podría deshacer todos sus errores. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">5.- Lo educaron haciéndole creer que el dinero daba la
felicidad. Ahora tiene mucho dinero, mucho, pero ha perdido el interés por ser
feliz.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">6.- Seguía esperando que, al final, ella le perdonara el
haberle puesto los cuernos; pero hoy tiene que entregarle las llaves del piso,
las del coche y la PlayStation. Así lo ha dictaminado el juez.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">7.-Vivía con la esperanza de que llevando una vida sana, sin
fumar, sin beber alcohol, sin comer chorizos y haciendo deporte llegaría a los
cien años. Hoy, cuando cumplía veinticuatro, lo arrollaba un coche conducido
por un borracho que se distrajo al encender un cigarrillo. Mañana será su
entierro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">8.- Siempre dijo que gracias a su honradez alcanzaría el
éxito. Mañana se jubila, después de cuarenta y tres años en el puesto de
ascensorista del banco.<o:p></o:p></p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-76678917778293545372023-02-17T19:45:00.003+01:002023-02-17T19:46:46.660+01:00¿Es absurdo el humor absurdo?<p class="MsoNormal">Todo el mundo sabe
que tengo una particular afición al humor absurdo, también al negro, pero este
solo cuando estoy de luto. Por el contrario no me gusta nada el humor vítreo,
nadie sabe para qué sirve ni quién lo inventó.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Jaime Rubio Hancock, un día paseando por los sótanos de la
Biblioteca Nacional, se encontró un título tirado en el suelo. Lo cogió y lo
leyó. “El gran libro del humor español”, decía el papelito. Jaime, que las pilla
al vuelo, se dijo: “Ah, pues voy a escribirlo yo”. Y cuando llegó a su casa,
después de merendar un bocata de mortadela, se puso a escribirlo y no paró
hasta tenerlo terminado dos meses y cuatro días después. Luego tuvo que
corregirlo y ahí tardó casi dos años, pero bueno, se comprende, a todos nos ha
pasado lo mismo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Pues resulta que el pasado día seis de enero, me trajeron el
susodicho libro los tres reyes magos. Bueno, en realidad el libro me lo subió a
mi casa un paje del rey negro cuyo nombre ahora no recuerdo, creo que es el
abuelo de Otelo, pero no estoy seguro. Me dijo el paje que los reyes se habían
quedado en el piso de mi vecina del tercero enseñándole como tenía que usar no
sé qué juguete que habían traído de un <i>sex shop</i> de Ámsterdam. Entonces yo hice
lo que se esperaba de mí. Tiré el libro de cualquier manera al sofá y bajé
corriendo al tercero a echarle una mano a la vecinita…, quiero decir a
traducirle correctamente al español las explicaciones que los reyes le
estuvieran dando porque, como bien sabéis, los reyes solo hablan en noruego.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjq7osr4i_Qy4x1q_lIU9JazBf8tWHYJBSUq-iPeslhSoZWIcrwdwJmFI9YphfUGXFyGbhSQ7BYnS7sfdYOBsuiuRGdm76n0TMrCkJOAgz30PWQ18dImEMxmWC8cU2C_yfY9HNzozxoTCpMdhNRyaDXLZ3oVDSNfjql-kpi8c05MTpWiLMDbdxoyRyZ5w/s276/Miguel%20Mihura.jpeg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="276" data-original-width="149" height="358" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjq7osr4i_Qy4x1q_lIU9JazBf8tWHYJBSUq-iPeslhSoZWIcrwdwJmFI9YphfUGXFyGbhSQ7BYnS7sfdYOBsuiuRGdm76n0TMrCkJOAgz30PWQ18dImEMxmWC8cU2C_yfY9HNzozxoTCpMdhNRyaDXLZ3oVDSNfjql-kpi8c05MTpWiLMDbdxoyRyZ5w/w193-h358/Miguel%20Mihura.jpeg" width="193" /></a></div><br />Y hablando del idioma noruego. Ayer, por fin empecé a leer el libro
de Hancock. Es una gozada. En las primeras páginas sale Mihura, el dramaturgo
que escribió obras como “Tres sombreros de copa” y “Ninette y un señor de
Murcia” (insuperable Fernando Fernán Gómez en el papel de Andrés en película homónima
que él mismo dirigió en 1965). Pero es que Mihura también escribió cuentos.
Jaime menciona dos en su libro de la historia del humor español. “El Mar” y “Hijos
noruegos”. <o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal">Como me defiendo de una manera aceptable buscando cosas en
mi biblioteca y, si no las encuentro, entonces me meto en Internet y buceo en
el proceloso océano de “San Google” hasta que Maricarmen me llama para pasear a
la perrita. Cosa que suele suceder justo en el momento que encuentro lo que
ando buscando. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Eso es lo que he estado haciendo esta tarde, buscar en el éter
del virtual espacio algún cuento de Mihura y lo he encontrado. Ha sido un feliz
hallazgo y he disfrutado de un humor absurdo del que han bebido después tantos
y tantos humoristas televisivos como <i>Tip
y Coll</i> o <i>Faemino y Cansado.</i><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Como hoy me siento magnánimo, entre sorbo y sorbo de un vaso
de zarzaparrilla, os he copiado aquí el cuento titulado “Hijos noruegos” de
Miguel Mihura. Que lo disfrutéis.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">… Ah, no insistáis, que no, que no me debéis nada. Hala, adiós.<o:p></o:p></p>
<h1>Hijos noruegos <o:p></o:p></h1>
<p class="MsoNormal">Miguel Mihura<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><i>Nadie sabe lo
espantosamente triste que es casarse y tener ocho hijos noruegos. <o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Sólo lo sabía aquel
honrado matrimonio de Albacete, que jamás había salido de Albacete y cuyos
antepasados, aun los más podridos antepasados de todos, no habían pisado
tampoco un palmo de terreno más allá de la campiña de Albacete. Aquel honrado
matrimonio de Albacete era el único que sabía lo espantosamente triste que es
casarse y tener ocho hijos y que los ocho les salgan noruegos en vez de
salirles de Albacete. Pero no noruegos dudosos o de mentira, como otros
noruegos que andan por ahí falsificados. No. Estos eran hijos noruegos
auténticos, que solamente hablaban en danés y que tenían el pelo rubio, rubio,
como las llamas de lumbre de los hogares sencillos de Noruega.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Cuando tuvieron así,
noruego, el primer hijo, no le dieron demasiada importancia. No se apuraron
excesivamente.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>—Después de todo
—pensaron—, el primero no nos va a salir ya bien. No nos va a salir de Albacete
y todo, como nosotros, y hasta con su naricita parecida a nuestras naricitas.
Esto no es tan fácil como parece. Hay que tener más costumbre. Para conseguir
uno normal, antes tendremos que desperdiciar cuatro o cinco lo menos. Es
lógico.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Pero también el
segundo fue noruego. Y el tercero también. Y el cuarto. Y así hasta el octavo,
que, además de ser noruego, era blanco con manchas de café.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>—Yo creo que esto ya
no es natural —dijo la madre con franca melancolía—. A nadie le ocurre esto,
Señor. Es demasiada torpeza ya…<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y fueron a consultar a
un médico de barba blanca que pintaba marinas con una maquinita de retratar.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y el médico les dijo,
después de oírles sus lamentos:<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>—Le dan ustedes a esto
una importancia que no tiene. La cosa es bien natural. No tiene nada de extraño.
Comprendan ustedes que en alguna parte tienen que nacer los niños noruegos.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>—¡Es verdad! —exclamó
el matrimonio—. Realmente en alguna parte tienen que nacer los niños noruegos,
tiene usted razón.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y se marcharon a su
casa un poco más convencidos y más alegres.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Pero esta alegría duró
poco, porque los honrados padres sufrían mucho con aquellos niños noruegos, que
alejados siempre de ellos, hablaban en su idioma, escondidos en un rincón,
bebiendo ginebra en vasos grandes y cantando canciones de marineros que,
traducidas al castellano, querían decir esto, poco más o menos:<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>La luna se bebe toda
el agua del mar durante el día…<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>y por la noche la
vomita como si fuera leche.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y es una maravilla el
efecto en el mar…<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>—Antes que así,
hubiese preferido tener hijos huerfanitos —decía la pobre madre con frecuencia.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y lloraba mucho, una
hora, antes o después de merendar.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y un día, cuando los
niños noruegos eran ya noruegos gordos con bigotes, aquel matrimonio recibió
una carta del amo de Noruega, diciéndoles que se había enterado de que tenían
ocho hijos noruegos, y que hicieran el favor de mandarlos enseguida a Noruega,
pues eso era una trampa y no valía hacer eso. Que eso no estaba permitido y que
como lo hiciesen otra vez ya verían las consecuencias. Y que a ver si hacían el
favor de mandarlos pronto. . .<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y el honrado
matrimonio contestó que no se los mandaba. Que ya les habían tomado cariño y
que no se separarían jamás de ellos. Y que, además, no eran ocho sino que eran
siete, pues el blanco con manchas café tenía mala la barriguita y no servía.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Entonces, el amo de
Noruega vino desde allí a hacerles una visita, en su carroza de caballos
blancos, que parecían palomas grises, y les habló muy conmovido, con su corona
de diamantes torcida por el temblor.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>—Es preciso que
ustedes me den estos chicos noruegos —dijo—. Me hacen falta a mí. Los necesito
yo. En Noruega no nace apenas nadie. No me queda ya casi ninguno. Parece que
no, pero hacer noruegos es bastante difícil. Ustedes que viven en España lo
notarán. Verán muchos franceses, abundantes ingleses, colonias enteras de
alemanes, comerciantes chinos, rusos a montones… Pero noruegos verán pocos. Es
lo más difícil. A mí me costó mucho dinero reunir mil o dos mil para formar
Noruega. Al principio nacían bien allí y con facilidad. Dios me ayudaba. Pero
después la cosa fue mal. La gente de allí dice que no quiere tener hijos
noruegos. Que es más fácil tenerlos franceses o rusos. Y, en parte, tienen
razón. Y yo estoy desesperado, caballeros. Si ustedes, que los tienen
fácilmente, no me los quieren vender, no tendré más remedio que cerrar Noruega.
Y esto será mi ruina. Vengan ustedes conmigo. Yo les daré lo que necesiten.
Allí pondrán ustedes una tienda de niños noruegos y ganarán todo el oro que
quieran.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Pero el honrado
matrimonio de Albacete no aceptó.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Pensó que ya que
tenían aquella mina, aquel manantial inagotable de niños noruegos y rubios,
serían necios si lo vendiesen a otro.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y compraron un campo
muy grande que había tirado en el suelo allí, cerca de Albacete. Y allí
tuvieron más hijos noruegos. Muchos más hijos noruegos, auténticos como los
primeros. Y los hijos se casaron. Y se formó un gran pueblo. Un pueblo noruego
de verdad.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y la Noruega antigua
se arruinaba con la competencia que le hacía aquella Noruega moderna acabada de
fabricar, aún caliente, que estaba más cerca de todos los sitios y en donde no
hacía el frío helado de aquel Océano Glacial. Y la Noruega antigua se arruinó
por completo.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y el matrimonio de
Albacete hizo un buen negocio; y cuando hubo ganado lo necesario para pasar una
vejez tranquila, cerró Noruega, vendió todo y se fueron a vivir a un chalet de
las afueras con sus dos millones de hijos noruegos con bigotazos rubios.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>Y como recuerdo de
aquella aventura sólo conservaron una postal con la vista de una calle principal
de Cristianía.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i>FIN<o:p></o:p></i></p>
<p> </p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-31567270461876889442023-02-15T19:48:00.006+01:002023-02-15T19:48:58.908+01:00Unas fotos para meditarlas<p> </p><p class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Yulia Napolskaya</b>
es una artista rusa nacida en 1973, residente en San Petersburgo, dedicada al
mundo de la fotografía y la foto-manipulación. Sus trabajos rezuman teatralidad
y humor; lúcidas composiciones llenas de ironía que apelan a la complicidad del
espectador para seguir el juego de los personajes. Yulia es frecuentemente su
propio modelo. Ha ganado varios premios y expuesto sus creaciones en varias
oportunidades.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">El feminismo
podría utilizar alguna de sus fotos para su lucha reivindicadora de la igualdad
de género. Por ejemplo esta que ella ha titulado “Cruz femenina”. Creo que la
foto habla por sí sola: fregar, lavar, cocinar, mantenerse atractiva y
seductora para cuando a él le venga en gana echar un rato de guarrerías, como
diría Chiquito.<o:p></o:p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGMP0YKZ9w5QHqiSAZgDaMLNlpUDaxbLSzylkr4dPO03waarmJujCvpE9UPo5i_82EsF9aqmZfocdVmvel64PGd614DgMFXB-bdhqe2o1DDgDWJLMQDccwqMUA_XAFDz8RIQ_hRdd9X1u0c7IVZfwbAgAukAoQzRrQtP2SN3SE_iYhcTf1TImWkflPTg/s663/Cruz%20femenina%20-%20Yulia%20Napolskaya.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="663" data-original-width="567" height="392" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGMP0YKZ9w5QHqiSAZgDaMLNlpUDaxbLSzylkr4dPO03waarmJujCvpE9UPo5i_82EsF9aqmZfocdVmvel64PGd614DgMFXB-bdhqe2o1DDgDWJLMQDccwqMUA_XAFDz8RIQ_hRdd9X1u0c7IVZfwbAgAukAoQzRrQtP2SN3SE_iYhcTf1TImWkflPTg/w336-h392/Cruz%20femenina%20-%20Yulia%20Napolskaya.jpg" width="336" /></a></div><br />
<p class="MsoNormal">He visto muchas más fotos de esta singular artista. Son
todas muy elocuentes. Entre otros temas, toca el de la muerte. Ya sabéis que a
mí me gusta pensar en ella. Solo de vez en cuando, no vayáis a creer que soy un
necrófilo. Al fin y al cabo, pensar la muerte, es el tema por excelencia de la
filosofía —eso dijo Platón— y a mí siempre me ha gustado la filosofía, bueno
también Sofia, a secas. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Pues viendo ayer otra foto de Yulia que titula “Medio juego
médico” y que aquí os enseño, me vino a la cabeza esta frase que leí hace
tiempo, ahora no recuerdo dónde. Era más o menos, esta: La vida es una partida
de ajedrez, donde sabes que la muerte ya tiene el jaque. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Qué verdad tan inamovible es esa. Ya sé que en esa partida
yo —y tú también, ¿qué te crees?— seré siempre el perdedor. Siempre seré yo
quien reciba el jaque mate, pero me empeñaré en que la partida dure mucho
tiempo, me procuraré un enroque fuerte y, si puedo, pondré en más de un aprieto
a mi pálida contrincante. Con eso me conformo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">En su foto, que os recomiendo que miréis con detenimiento,
Yulia deja claro que por muchas medicinas que pongamos en juego para prolongar,
que no ganar, la partida, el reloj de arena (las dos copas, una sobre la otra,
la de abajo invertida) es imparable y cuando el vino (metáfora de la alegría de
vivir) haya caído por completo a la copa inferior, la partida terminará. La
mujer tiene oculto bajo la mesa un libro abierto por la mitad. Quizá Yulia ha querido
representar con él la Ciencia, el Saber, y nos está diciendo la artista que, a
pesar de eso, el libro no le ayudara a la vieja a vencer la muerte... Es mi
opinión, no sé si coincide con la vuestra.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Además la muerte se ha traído como ayudante a su gato negro
que ya está sobre el hombro de la pobre y desgraciada anciana. Me da la impresión
de que cuando la que lleva en su mano izquierda la guadaña deje caer la ficha
que aún sostiene en el aire con la derecha, la partida llegará a su fin.</p>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgouWTJKTxHSKJ3GGTe6N0ZfpufA88MYyXh0YsTiJTVw-wA_dvi3wMMcS6glvwDK1QttFkrqVvsVmvYjBu6g9gfl7KtDUgmvVbc4kvDDG4_7C5Ggbi4_w18lvAks8N-TrEuURD8gFX3p0DkyUA4T-_VJcvct7i4HNe70HHoXnTzC97OfZaiMhv8PNBCZA/s800/327972732_735628794628292_6768326734719082608_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><br /><img border="0" data-original-height="591" data-original-width="800" height="345" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgouWTJKTxHSKJ3GGTe6N0ZfpufA88MYyXh0YsTiJTVw-wA_dvi3wMMcS6glvwDK1QttFkrqVvsVmvYjBu6g9gfl7KtDUgmvVbc4kvDDG4_7C5Ggbi4_w18lvAks8N-TrEuURD8gFX3p0DkyUA4T-_VJcvct7i4HNe70HHoXnTzC97OfZaiMhv8PNBCZA/w469-h345/327972732_735628794628292_6768326734719082608_n.jpg" width="469" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><p class="MsoNormal" style="text-align: left;">Bueno, yo ahora voy a mover mi alfil a c6 y me como su peón, a ver con qué jugada me responde.<o:p></o:p></p><div><br /></div></div><br />Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-82956057749357647282023-02-01T20:04:00.001+01:002023-02-01T20:05:29.488+01:00¡No me das miedo, Muerte!<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvxU8Z3S9o6GAhBnrp8BbN4JNNNs895Te7rFdS_IeEI6N4ApalRaIkTRp9Jlz3HPAjCL0DfF0rzcsLnDjNx5RitMSOHUxFTV-KMtSxBYCFa1aMzNeA1F0MRCO8TyIFwvI9Nz0PPbcx2MV7vTdF5ECZP0k-yqAZxJljkcNJ4EBdUx6vYGW8eQLnCvPlpQ/s400/La%20Parca.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="343" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvxU8Z3S9o6GAhBnrp8BbN4JNNNs895Te7rFdS_IeEI6N4ApalRaIkTRp9Jlz3HPAjCL0DfF0rzcsLnDjNx5RitMSOHUxFTV-KMtSxBYCFa1aMzNeA1F0MRCO8TyIFwvI9Nz0PPbcx2MV7vTdF5ECZP0k-yqAZxJljkcNJ4EBdUx6vYGW8eQLnCvPlpQ/s320/La%20Parca.jpg" width="274" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal">Nietzsche, un gran pensador que sin duda hizo más de lo que le
correspondía en su reflexión sobre la muerte y el acto de morir, se asombraba
al ver cómo la mayoría de las personas no están dispuestas a pensar en la
muerte. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Hace poco más de una semana murió la madre de un amigo mío.
Fui al tanatorio para acompañarlo unos minutos en su dolor. Por un momento
experimenté la muerte, pero no fue MI muerte,
fue la muerte del Otro, no la propia. La muerte mía nunca podré experimentarla.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Sartre, el pensador existencialista, insiste en que una
persona nunca experimenta su propia muerte. Desde el punto de vista de la
persona, no puede padecerse la muerte. ¿Cómo podría hacerlo, si la muerte
supone la completa destrucción de su punto de vista? En un sentido estricto, la
muerte solo les sucede a los demás.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Muchas personas se angustian y temen la muerte. Si son “creyentes”,
si son adeptos de alguna religión, tal vez se sientan consolados con la
esperanza de una vida ulterior, sin sufrimiento, eterna y con un horizonte sin
más muertes. Me alegro por ellos y les deseo que estén en lo cierto.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Pero existen otras muchas personas que dudan de tal
posibilidad y también los hay que la niegan rotundamente. En este punto me
viene a la memoria algo que dice Hamlet, el príncipe de Dinamarca según William
Shakespeare. En un momento del drama exclama: “Morir, dormir… ¡tal vez soñar!”.
Claro, esas palabras vienen que ni pintiparadas. Es que hay un gran parecido
entre un dormido que sueña y la suposición de una supervivencia después de la
muerte. ¿No lo veis así? Tal vez si el Hombre hubiera estado desde siempre desprovisto
de ensoñaciones, no existiría hoy la creencia en una vida fuera de este
terrenal mundo. Pero todo esto son elucubraciones mías. No me hagáis caso.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">¿Acaso los no creyentes están condenados a no tener consuelo
ante la inevitabilidad de la muerte? No lo creo así; no creo que haya ningún
sufrimiento después de la muerte. Vicente Aleixandre comienza uno de sus poemas
con estos versos: “Sabemos adónde vamos y de dónde venimos. Entre dos
oscuridades, un relámpago”. En este poema la oscuridad es la nada y la nada es
la ausencia de todo. En la nada no hay placer ni dolor. Ni siquiera el silencio
está en la nada, mucho menos mi voz. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">¿Acaso es de temer la nada? No. De hecho ya hemos
experimentado (si puedo emplear este concepto aquí) lo que es la nada. Antes de
nacer, ¿dónde estaba yo, dónde estabas tú, dónde vosotros? Vicente Aleixandre
lo dice también en sus versos, sabemos de dónde venimos. Antes de nacer yo no
me preocupaba por no estar aquí, ante este teclado que me permite escribiros
estas reflexiones. No me preocupaba ni sufría por no ver un nuevo amanecer. No
me preocupaba por no poder besar ni por no ser besado. No me preocupaba no
poder pensar. No me importaba que el café se me enfriara ni que otro se comiera
mis churros (bueno, de esto último no estoy muy seguro).<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Mi padre, el poeta Felipe Molina Verdejo, escribió cuatro
sonetos reunido bajo el título “La vida amada, la temida muerte”. Copio el
primero de ellos.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal"><i>En medio del fragor de
la batalla, / mi yelmo hundido y rota mi loriga, / miro entrar a la pálida
enemiga / por brechas que arruinaron mi muralla. <o:p></o:p></i></p><p class="MsoNormal"><i>Blandir escucho cerca
la azagaya / que a prontas confesiones nos obliga. / Será preciso que la pluma
diga / lo que la lengua entorpecida calla.<o:p></o:p></i></p><p class="MsoNormal"><i>Del cálamo saldrá mi
único grito, / que otras calamidades no me atrevo / gritarle al que en la lucha
me suceda.<o:p></o:p></i></p><p class="MsoNormal"><i>Pues sólo de una cosa
estoy contrito: / mirar lo mucho que de aquí me llevo, / y ver lo poco que de
mí se queda.</i><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">En su último terceto veo una razón más para no lamentarme del
día que a mí me encuentre la pálida enemiga. Me llevaré mucho más de lo que aquí
se queda. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Ya lo sabéis. No temeré volver al lugar del que vengo. Seguiré
los consejos de otro poeta al que todos conocéis: <i>“Y cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave que
nunca ha de tornar / me encontraréis a bordo, ligero de equipaje, / desnudo
como los hijos de la mar”</i>. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Mientras siga aquí, intentaré disfrutar lo más y mejor que
pueda el tiempo que dure mi relámpago.<o:p></o:p></p><p>
<span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">Adios.</span><br /> </p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-12171436130324039072023-01-21T18:21:00.004+01:002023-01-21T18:21:38.932+01:00Se esperaba un invierno especialmente frío, pero…<p> Recuerdo que en mi infancia, cuando vivía en la calle
Almendros Aguilar, yo pasaba mucho frío durante los inviernos. Vivíamos en una
casa antigua. Éramos dos vecinos: Ezequiel y Pura con sus dos hijos en la
planta baja, y nosotros en la planta primera. Había un patio compartido. Tenía un
pilón del que brotaba un agua cristalina y muy fresca. En invierno, el balcón
del dormitorio permanecía cerrado a cal y canto, pero en las noches de verano se
dejaba abierto de par en par y yo oía pasar al sereno que venía desde calle
abajo golpeado acompasadamente el asfalto con su chuzo. Ese golpeteo me daba
cierta seguridad y me hacía dormir plácidamente.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">En los meses de frío nos calentábamos con braseros de cisco
que te obligaban a estar sentado junto a la mesa camilla, cubiertas las piernas
con las faldas de la misma. Un año, quizá fuera el del cincuenta y ocho, o tal
vez el del cincuenta y siete, mi madre aventuró que ese invierno iba a ser
extremadamente frío. Todos, mi padre, mis hermanos y yo mismo, le preguntábamos
que como lo sabía. Mi madre sonreía y nos respondía: «Ya veréis, ya veréis».<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Seis o siete años más tarde, cuando yo era un <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>aplicado estudiante de bachillerato en el Instituto
Virgen del Carmen, alguien contó esta historieta (creo que fue Ordoñez, pero no
estoy seguro). Dice así:<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">«En pleno otoño, los
indígenas de una reserva muy lejana le preguntan a su nuevo jefe si el próximo
invierno será frío o templado. Ya que el jefe pertenece a una generación
moderna y jamás aprendió los viejos secretos de sus ancestros, mira al cielo y
no puede predecir qué va a suceder con el clima. Aun así, sin comprometerse
demasiado, les advierte que recojan leña. <o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Como es un hombre
práctico, un par de días después llama por teléfono al Servicio Meteorológico
Nacional.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg15UPEIHldf3qRousf_BFk-2u8hM6BvRi33mXMs9mns2ddROS1BlUQoLLLlcE1OVDhfAnSQ0JvIZn-64If2Fgop40ccTsdhjEGMz4JajEXAjbDuiyDdMJQGuC4diznEJeifp0NaB69jeA9gPbFDcwQvGdy0oLmCS_rpyVp3vsTyiPEKmGSeqdkiWYQxw/s1149/D_NQ_NP_879112-MLM43736694983_102020-F.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="810" data-original-width="1149" height="226" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg15UPEIHldf3qRousf_BFk-2u8hM6BvRi33mXMs9mns2ddROS1BlUQoLLLlcE1OVDhfAnSQ0JvIZn-64If2Fgop40ccTsdhjEGMz4JajEXAjbDuiyDdMJQGuC4diznEJeifp0NaB69jeA9gPbFDcwQvGdy0oLmCS_rpyVp3vsTyiPEKmGSeqdkiWYQxw/w320-h226/D_NQ_NP_879112-MLM43736694983_102020-F.jpg" width="320" /></a></div><i style="mso-bidi-font-style: normal;">—¿El próximo invierno será muy frío?
-pregunta.<o:p></o:p></i><p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">—Es probable —le contestan.<br /></i><i><o:p> </o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">El jefe vuelve con su
pueblo y les dice que se pongan a juntar más leña. Una semana después, llama de
nuevo por teléfono.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">—¿Será un invierno muy frío? —vuelve a
preguntar.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">—Sí, será un invierno
muy frío —le responden.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">El jefe vuelve a
ordenar a su gente recolectar toda la leña que puedan. Dos semanas más tarde,
el jefe hace otra llamada telefónica:<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">—¿Están seguros de que el próximo invierno
será muy frío?<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">—Completamente —le contestan—. Va a ser uno
de los inviernos más fríos que se hayan conocido.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">—¿Y cómo están tan seguros? —indaga el jefe.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">—¡Porque los indígenas
están juntando leña como locos!»</i><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Aquel invierno del cincuenta y ocho o del cincuenta y siete,
al final no resultó tan frío como mi madre pronosticaba. Un tanto azorada,
cuando le volvíamos a preguntar <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>con
cierta sorna sobre su fallido pronóstico de que íbamos a sufrir un invierno
especialmente frío, respondía: «Es que yo fui a comprar cisco a tres o cuatro
carbonerías y me decían que se había agotado y que había lista de espera para
cuando trajeran más». <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Al año siguiente, mis padres prefirieron prestar atención a
Mariano Medina que, después de todo, no era mucho más certero que mi madre.<o:p></o:p></p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-53673374295900450252023-01-03T17:02:00.004+01:002023-01-03T17:06:55.807+01:00Recortes de prensa y otros escritos encontrados en un baúl.<p> <b><u>Noticia publicada
en “Le Figaro”. 14 de Abril de 1915</u>:</b></p>
<p class="MsoNormal">«Fuentes bien informadas, nos comunican que en el día de
ayer, los piratas del malvado James Garfio asaltaron el interior del Árbol del
Ahorcado y capturaron a nuestro admirado Peter. Se sospecha que lo tienen
retenido en algún lugar secreto del intrincado Bosque Tiki, donde algunos de
sus árboles parlantes ya han sido interrogados por Tinker Bell aunque, de momento,
se han mantenido en silencio y no han revelado el lugar del posible escondite. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Tanto Wendy como la misma Tinker Bell, solicitan ayuda para
cuidar de los siete Niños Perdidos y colaboración en el rescate de Peter.»<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><o:p> </o:p></b></p>
<p class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><u>Carta hallada en
una antigua base aérea militar de Córcega</u>:<o:p></o:p></b></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">País de Nunca Jamás, 12
de diciembre de 1917<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">«Estimado Sr. James Matthew Barrie: Han pasado casi dos años
desde que usted me encomendó la misión de colaborar en el rescate de Peter y a
todos sus amigos. Hoy le escribo comunicándole que, por fin, hemos culminado
con éxito la misión. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Antes quisiera corregirle en la información que me facilitó.
En las semanas siguientes a su encargo visité el Bosque Tiki y amenazando a los
árboles parlantes con podas drásticas, incluso con el fuego, conseguí que me
indicaran el lugar donde James Garfio tenía encarcelado a Peter. Los piratas no
lo tenían secuestrado en el país de Nunca Jamás. Estaba fuera de la Tierra, en
un ignoto planetoide. Pero he tardado más en encontrarlo porque las primeras
indicaciones que me facilitaron estaban equivocadas. A ese ignoto planetoide no
se llega volando hasta lo más alto en el cielo para girar a la derecha en la
segunda estrella y seguir volando hasta el amanecer. Donde hay que girar a la
derecha es en el asteroide B612, el cual por cierto me pareció un buen lugar para
vivir. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Cuando por fin llegué a mi destino me encontré con un
panorama desalentador. Wendy gritaba histérica porque Nibs se estaba peleando
con Tootles mientras los demás niños perdidos los jaleaban. Ya habían
destrozado un par de macetas y una jarra de agua. Wendy, impotente,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>no cesaba de decirme: «A veces los niños son
más una maldición, que una bendición». El caso es que conseguí terminar con la
riña y, a base de mucha paciencia, hacerme<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>respetar por aquellos pequeños salvajes.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Como para los piratas yo era un desconocido, me hice pasar
por un comerciante de licores y les di a probar <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>varias botellas de ron «aliñadas» con la savia
de unas cuantas adormideras. Cuando todos cayeron en un profundo sopor, a la
señal convenida, salieron de su escondite los siete niños perdidos y, sin gran
esfuerzo, conseguimos reducir al único pirata que estaba de guardia. Liberar a
Peter de sus cadenas fue entonces tarea fácil.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Ni que decir tiene que, siguiendo sus instrucciones, llevé
hasta la isla de Nunca Jamás a todos los rescatados. Ahora, una vez concluida
mi misión y tras unos días de descanso, le ruego que me destine a otro sitio.
Ya le he dicho antes que me gustaría vivir en el asteroide B612. En el nacen
unos baobabs que no se les puede dejar crecer. Acabarían con el pequeño
planeta. Por otra parte temo olvidar mi pasado, como le sucede a los que pasan
mucho tiempo en Nunca Jamás.</p><p class="MsoNormal" dir="rtl" style="text-align: right;">Atentamente, me despido de usted y espero su respuesta</p><p class="MsoNormal"><br /></p>
<p class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><u>“Le Figaro”. 28 de Julio de 1943. Fragmento
de la entrevista con Antoine de Saint-Exupéry</u>:<o:p></o:p></b></p>
<p class="MsoNormal"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">—Le Figaro</i>: Su
novela corta «El Principito» ha alcanzado pronto un gran éxito, ¿a qué se debe?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZlurAeDUQbCoND208LwtZSYqcWRYeWciicANw4rM3dmteIjA2rTiNcanmd64N8oYBY6ejBGIP2_q1cfRyqXrZV9dj4CkafUhqwmc2pOCjioxpcRVPr3Md7GAc_fVorKRTM_ADNVssvPt5uBrA2VzZuCmZ1vQ2f8uvRy8i7aBnzMhNpMX1lw-8O859Tg/s1140/el%20principito%20y%20Peter%20Pan.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="1140" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZlurAeDUQbCoND208LwtZSYqcWRYeWciicANw4rM3dmteIjA2rTiNcanmd64N8oYBY6ejBGIP2_q1cfRyqXrZV9dj4CkafUhqwmc2pOCjioxpcRVPr3Md7GAc_fVorKRTM_ADNVssvPt5uBrA2VzZuCmZ1vQ2f8uvRy8i7aBnzMhNpMX1lw-8O859Tg/w400-h225/el%20principito%20y%20Peter%20Pan.jpg" width="400" /></a></div><i style="mso-bidi-font-style: normal;">—Antoine de
Saint-Exupéry</i>: Un antiguo conocido y compañero de letras mío, James Matthew
Barrie, me contó que había encargado una vez a un sirviente suyo con aptitudes
detectivescas <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>que rescatara a los
personajes de una novelita suya, concretamente a Peter y su cuadrilla. El
detective <i style="mso-bidi-font-style: normal;">amateur</i> en cuestión, en su
búsqueda, había encontrado un lejano asteroide en el que crecían enormes
baobabs. Mi amigo James no lo creyó y, una vez rescatado Peter y sus amigos, no
le permitió volver a ese asteroide, sino que lo dejó en Nunca Jamás, vigilando
al capitán Garfio y cuidando de Peter y sus amigos. Yo viajé hasta la isla de Nunca
Jamás en busca de ese sirviente con dotes de detective, pero cuando lo encontré
apenas era capaz de balbucear una frase que repetía sin cesar: «Tiene 3
volcanes, una rosa encapsulada y una vista con diferentes puestas de sol. Los baobabs
lo van a romper», y de ahí no lo sacabas. No me supo indicar las coordenadas
del asteroide. Así que me limité a transformar el personaje de mi amigo James
en un pequeño Principito al que situé en ese asteroide, que tuve que recrear
con lo poco que sonsaqué a ese anónimo y falso detective. Espero que algún día
de estos alguien encuentre ese asteroide. Me gustaría visitarlo en realidad.<o:p></o:p><p></p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-67532306835500300682022-12-30T20:14:00.004+01:002022-12-30T20:14:28.290+01:00Otra Navidad igual<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzIVYvzq7PKrPR9M-0lYem5oEtoVbpGpt8az1HaeKycgwU2WlZrvmV1x9MWFBvjvNt70w4OTtrKynyyH-OnB9I_-ciG47SONYUJ7IYVAG2K_NmUYBS5A-eWzrD7SMqWYrmfw0cPmgCWY2s-Ftc8zdeoCUrvBYOFi5BdwObcgwd1z5xIjwtodYcE5_IFw/s981/031d5259b5becc92849583a0073c1a0c--fireworks-portal.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="981" data-original-width="736" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzIVYvzq7PKrPR9M-0lYem5oEtoVbpGpt8az1HaeKycgwU2WlZrvmV1x9MWFBvjvNt70w4OTtrKynyyH-OnB9I_-ciG47SONYUJ7IYVAG2K_NmUYBS5A-eWzrD7SMqWYrmfw0cPmgCWY2s-Ftc8zdeoCUrvBYOFi5BdwObcgwd1z5xIjwtodYcE5_IFw/s320/031d5259b5becc92849583a0073c1a0c--fireworks-portal.jpg" width="240" /></a></div><p class="MsoNormal">“<i style="mso-bidi-font-style: normal;">He comido pavo, he
comido pavo y todas las vecinas me tiran del rabo</i>”. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Este irreverente villancico no se canta en los hogares
decentes ni lo oímos en la televisión interpretado por empalagosos coros
infantiles. Sin embargo, en mis años de adolescencia, al final de la cena de
Nochebuena y después de haberse bebido media cosecha de Rioja, el tío Emilio lo
cantaba sin tapujos, para sonrojo de la tía Manuela, mientras la chiquillería le
acompañábamos con una murga de zambombas, panderetas y carracas. El tío Emilio
era de los que decían: “Comer, beber y rascar, todo es empezar” y, ya digo,
comía y bebía esa noche sin parar y se rascaba con insistencia la entrepierna mientras
bailoteaba torpemente, con riesgo de caer redondo al suelo, al tiempo que
repetía sin cesar su tema preferido: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">He
comido pavo, he comido pavo y todas las vecinas me tiran del rabo</i>”.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Unas horas antes de esa escena, todos mis hermanos, mis
primos, mis primas y vecinitos, pertrechados con nuestros correspondientes y
ruidosos instrumentos “musicales”—por llamarlos así con cierta benevolencia—, habíamos
pasado la tarde llamando de puerta en puerta de la vecindad y, apenas se abrían,
desafinábamos a coro esta otra letrilla: “Si no me das el aguinaldo, al Niño le
voy a de pedir que te dé un dolor de muelas que no te deje dormir. ¡Al
kirikikí, al kirikicuando de aquí no me voy sin el aguinaldo!”<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Hoy lo de pedir el aguinaldo ha sido desplazado por el
aburrido e insulso “Truco o trato”, frase de difícil interpretación, a no ser que
estés informado de que lo que dicen los chavalines de ahora es una mala
traducción, pésima traducción, de lo que dicen los niños de habla anglosajona («<i style="mso-bidi-font-style: normal;">trick-or-treat</i>») que deberíamos haber
traducido por “broma o regalo”, pero eso, me temo que ya es batalla perdida. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Y ya hoy, día 30 de diciembre, solo nos queda como fiesta
familiar la despedida del año viejo y bienvenida al nuevo. ¡Menos mal que estas
fiestas “tan entrañables” son una vez al año! Mañana, después de oír las doce
campanadas —siempre hay alguien bien intencionado que avisa con mucho énfasis
de que las primeras que suenan son “los cuartos” y que con esas no se toman las
uvas— y después de, como todos los años, no haber podido yo tragar más de cinco
uvas, volveremos a abrazarnos y besarnos —¡Feliz año nuevo!, mua, mua, ¡Feliz
año nuevo!, mua, mua— para, seguidamente, pasearnos con dos botellas, una en
cada mano, y preguntaremos a cada uno de los invitados: “¿Cava o sidra?”<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Brindaremos y alguien, como todos los años, gritará “Año
nuevo vida nueva” —como si fuéramos serpientes que cada año mudan de camisa y
nos pudiéramos desprender, así con una sacudida de hombros, de todo aquello que
en el pasado año se nos ha quedado estrecho y nos oprime— y entonces ese
sempiterno invitado se empeñará, como todos los años, en averiguar cuáles son
nuestros propósitos para el 2023 y si hemos cumplido los que nos prometimos el
año pasado. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Pues yo este año le voy a decir que no cumplí ninguno de mis
propósitos del año pasado porque estaba muy contento con mi vida, la de
siempre, la de toda la vida, si se me permite esa redundancia, y que para el
año 2023 me propondré… lo que diga mi mujer. Ja, ja, ja.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Por cierto, mañana me contáis cuales han sido vuestros
propósitos para el año que viene, si es que tenéis alguno, vamos, que yo no
quiero incordiar, faltaría más… Que no quiero parecerme al invitado impertinente
de todos los años. Bueno…, que ya me conocéis. Y no digo más. Ah, sí, otra
cosa, que no me ha tocado la lotería…, como todos los años. Lo que digo al
principio: otra Navidad igual.<o:p></o:p></p><br /><p></p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-50053269259421442232022-12-11T19:19:00.002+01:002022-12-11T19:19:41.906+01:00Casi un diario, como diría mi vecino el listillo. Un día de perros. Domingo, 11 de diciembre de 2022<p></p><p class="MsoNormal"></p><p class="MsoNormal">Día lluvioso y ventoso. Me ha despertado el silbido del
viento que sopla con fuerza por las invisibles grietas de mis cristaleras, o de
los cajones persianeros, o de quien sabe dónde. El aire que se cuela en el
dormitorio es frío y húmedo. Bendita lluvia, pienso mientras me mantengo aún bien
arrebujado con la manta, sin querer sacar los pies fuera de ella. A mi lado, Maricarmen todavía suelta
algún ronquido que otro. Es raro que aún siga dormida; ella es más madrugadora
que yo. Vuelvo a bendecir la lluvia que, desde hace unos días, cae casi sin
pausa sobre nuestros campos. La sequía se estaba prolongando demasiado tiempo.
Los pantanos están casi vacíos y nunca falta alguien que diga que la culpa la
tiene el Gobierno. Lluvia y viento, menos mal que es domingo y no hay que salir
a trabajar. No lo digo por mí, que ya llevo mucho tiempo disfrutando de la
jubilación, sino por aquellos esforzados trabajadores que aún contribuyen con
sus cotizaciones a mantener mi pensión.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Hoy apetece quedarse en casa. Mi madre decía en días como
este, que hacía un «día de perros». En aquellas fechas nosotros no teníamos
perro —en realidad mientras estuve viviendo con mis padres, nunca tuve un perro—,
por eso yo creía que al decir mi madre eso, yo tendría que ir felicitando a
todo perro con el que me cruzara por la calle. Y aunque no os lo creáis lo hacía,
los felicitaba, pero para mis adentros, sin que me oyeran mis padres. Las
únicas mascotas que tuve en mi infancia fueron dos o tres canarios, no a la vez
sino uno detrás de otro, una tortuguita pequeña que dejábamos moverse libremente
por la habitación y gusanos de seda, muchos, que alojábamos en las cajas de
cartón de los zapatos y alimentábamos con las hojas de morera que mis hermanos
y yo cogíamos de los árboles del parque, hasta donde nuestra altura nos
permitía. Las disponíamos en la caja conformando una especie de alfombra que
cubría todo el suelo. Los gusanos eran de dos variedades, los blancos por
completo y los acebrados con rayas negras. Estos últimos eran mis preferidos. Cuando
hacían sus capullos, algunos de ellos de color amarillo, a mí me daban ganas de
abrirlos y mirar cómo los gusanos se iban transformando en crisálidas y
finalmente en mariposa, pero nunca lo hice. Esperábamos que al año siguiente los
huevecillos que las mariposas habían ido pegando en las paredes de la caja
eclosionaran y nos dieran una gran cantidad de gusanos, los suficientes para
nuestro disfrute y el exceso venderlos a los amiguetes del cole o del barrio.
Cinco gusanos por una peseta. Pero por alguna extraña razón, los huevos no
eclosionaban o la caja había desaparecido. Misterio insondable.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Esos días de perro, por las tardes nos quedábamos en casa,
sin salir a visitar a los abuelos o a la tía Manuela que vivía en la calle Baeza
y nosotros podíamos corretear y jugar en el parque, frente a su casa. Esas
tardes, decía, mi madre nos preparaba un tazón de chocolate bien calentito y oíamos
el serial radiofónico de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Matilde, Perico
y Periquín</i>, todos sentados alrededor de la mesa camilla y bien tapadas las
piernas con su falda aterciopelada de color verde, mientras esperábamos que mi
padre regresara de la Academia. Lo veíamos entrar sacudiendo el paraguas y
frotándose las manos, la una contra la otra, mientras exclamaba «¡No podéis
imaginar el frío que hace en la calle! Menos mal que aquí se está calentito». Entonces
yo me decía: «pues los días de perro no son tan malos». <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">La verdad es que hasta hace muy poco no supe de donde venía
esa expresión que hoy asociamos a un crudo día invernal, como el de esta mañana.
Pero en su origen, no os la vais a creer, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>la expresión hacía referencia a un día… ¡extremadamente
caluroso! Concretamente a los días del mes de Julio, los de la «canícula», que
como todos sabéis viene del latín <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Can,
canis</i>. Y es que en esos días hace aparición en nuestros cielos la estrella
Sirio, situada en la constelación <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Canis
Maior</i> —Perro Mayor—. Sirio desaparece del cielo durante buena parte del
año, pero cuando ésta empieza a asomarse, saliendo y poniéndose al mismo tiempo
que el Sol, coincide con los días más calurosos y sofocantes. Así que ya
sabéis, cuando <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>aparecía la constelación
«Perro Mayor» con su estrella Sirio anunciando calores sofocantes, se decía que
empezaban los días de perro. Sobre todo para aquellas gentes que, como los
esforzadores labradores, tenían que trabajr de sol a sol. También esos días eran
un presagio de plagas y otras desgracias, pero esto hoy no lo tenemos en cuenta.
Lo que no he conseguido averiguar es cuándo y por qué razón la expresión «un
día de perros» ha pasado de significar un día insoportable de calor a lo que
hoy entendemos como un día frío, lluvioso, ventoso y desapacible.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjxEJDEnN1fsFV-NB-NFtrSiDPEIKMOLe_bCs7oUt0_Hs22r-O68L-Catg-lMtV0FgGCPXsSFwwJXiEvN0S-DHo6a-7ReY3tdSITgY90oXcMj_TZn4pYVVcZt0ARFagUmO_FEK-jU-W7GMoxwy9IlyRx9NsUf77ZOeixcM9Wszl11-yZuv5StPstL3sSg/s1200/1582710509254.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="675" data-original-width="1200" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjxEJDEnN1fsFV-NB-NFtrSiDPEIKMOLe_bCs7oUt0_Hs22r-O68L-Catg-lMtV0FgGCPXsSFwwJXiEvN0S-DHo6a-7ReY3tdSITgY90oXcMj_TZn4pYVVcZt0ARFagUmO_FEK-jU-W7GMoxwy9IlyRx9NsUf77ZOeixcM9Wszl11-yZuv5StPstL3sSg/s320/1582710509254.jpg" width="320" /></a></div>Claro que, como decía mi tío Jacinto, hoy también podría ser
un «día de las tres bes»: B de bota, B de brasero y B de baraja. Y este dicho
no necesita más explicación. Aunque en estos tiempos quizá haya algún
jovenzuelo que desconozca lo que era un buen brasero de cisco o erraj, con su
paleta al lado para removerlo cuando notabas que disminuía el calor y con su
enrejado protector, hecho a modo de ligera cúpula de alambre que te resguardaba
de una posible quemadura o del incendio accidental de la falda camilla, que a
más de uno le ha sucedido. El brasero te calentaba, sí, pero uno también tenía
el peligro de atufarse con el monóxido de carbono que desprendía. Recuerdo que,
a pesar de las precauciones que mi madre tomaba —siempre vigilante para que la
habitación estuviera bien ventilada—, más de una vez me he levantado de la mesa
camilla con un tremendo dolor de cabeza y cierto aturdimiento. Y me puedo dar
por contento porque más de uno ha «entregado la cuchara» por culpa del ce o
(CO) del brasero. Otro inconveniente del brasero de cisco era el mal olor que
dejaba en la habitación; para camuflarlo, en mi casa se le echaban unas hojas
de alhucema, o lavanda, o espliego, o cantueso, que con todos esos nombres
podías pedirlo en ciertos puestos del mercado de abastos o en la tienda de Cristóbal
que la teníamos enfrente, nada más cruzar la calle. Cuando no disponíamos de
hojas de esa hierba, mi madre quemaba en el brasero una cucharadita de azúcar,
que también dejaba buen olor en el ambiente, pero a mí me gustaba más el que
dejaba la alhucema. <o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal">Todavía hoy, de vez en cuando, quemo en un pebetero unas
ramitas secas de lavanda que cultivo en mi terraza. Entonces, como si al olerlas
me diera un chute de LSD, «viajo» hasta la calle Almendros Aguilar y entro en
aquella pequeña salita donde, sobre la mesa camilla, he dejado a medias una
partida de parchís que jugaba con mis hermanos. Tiro el dado y me sale un
cinco. Saco la última ficha que me quedaba en mi casa, la roja. Me contraría un
poco pensar que he puesto en juego mi última ficha, y no me refiero solamente a
la del parchís. No sé si me explico.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Al final, haciendo un esfuerzo, he conseguido levantarme. El
agua no me ha resultado tan fría como esperaba y he podido lavarme sin demasiadas
tiritonas. Cuando estaba preparando el café he oído que Maricarmen también se
había levantado. En la cocina tenemos un almanaque<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>que nos dice las tres o cuatro efemérides más
destacadas del día. Mientras esperaba que mi cafetera italiana Magefesa silbara
he leído en el almanaque que tal día como hoy, 11 de diciembre, pero del año
1576, el místico, poeta, humanista y sacerdote agustino fray Luis de León, era
formalmente absuelto por la Inquisición después de su encarcelamiento. Y volvió
a clase afirmando aquello de: «Decíamos ayer…». Qué gracia la del fraile, me
resulta un tanto pasota. Con su famosa frase parecía no darle importancia a los
cinco años de ausencia, dos y medio de ellos en prisión. Eso es lo que le costó
a fray Luis su enojoso tropiezo con el Santo Oficio. ¡Anda que no había que
tener cuidado con lo que se decía o hacía en aquellos tiempos y en estas
tierras! Por menos de un pimiento te chamuscaban bien chamuscadas las cejas. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pero, ¿por qué
metieron en la cárcel a fray Luis de León? Fundamentalmente, por celos
profesorales (¿Se puede decir esta palabra?). Fray Luis llevaba una carrera
excelente. Y ya se sabe, en su lucha por las cátedras se ganó numerosos
enemigos y fuertes envidias. La guerra corporativa entre agustinos y dominicos
era un verdadero escándalo. En uno de estos lances, fue un catedrático de
griego quien denunció a fray Luis ante la Inquisición por haber traducido el
Cantar de los Cantares directamente del hebreo al castellano. ¡Pues vaya crimen!,
diríamos hoy. Sin embargo y pese a ser cierta la acusación, nadie habría
actuado contra él de no mediar la denuncia de sus colegas. Y la Inquisición veía
todos los casos cuando la denuncia venía bien asentada. Una fatalidad. Fray
Luis acabó en la prisión de Valladolid. Allí escribió sus obras <i style="mso-bidi-font-style: normal;">De los nombres de Cristo</i> y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Canción a Nuestra Señora</i>.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Liberado a los dos años y medio, aún tardó
otros dos y medio en ser completamente rehabilitado, porque el proceso avanzó
—por así decirlo— con continuas interferencias y pasmosa lentitud. Dice la
tradición que en los muros de su celda escribió fray Luis estos versos: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">«Aquí la envidia y mentira / me tuvieron
encerrado. / ¡Dichoso el humilde estado/ del sabio que se retira / de aqueste
mundo malvado, / y, con pobre mesa y casa, / en el campo deleitoso, / con solo
Dios se compasa / y a solas su vida pasa, / ni envidiado, ni envidioso!»</i>.
Los versos son suyos, pero no los escribió en la pared, sino en papel. Fray
Luis pudo volver a la Universidad y soltar su conocida frase. Ostentaba la
cátedra de Sagradas Escrituras. En 1582 volvieron a denunciarle ante la
Inquisición por cierta polémica sobre la libertad humana, pero esta vez el
tribunal se limitó a una suavísima amonestación teórica. Terminó sus días como
provincial de la orden Agustina.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">—Vamos, que se enfría la tostada— me dice Maricarmen y me
hace volver a este mundo y a este día lluvioso.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Café con leche, tostada con mantequilla y miel. El reloj de
la cocina marca las nueve de la mañana; las nueve y cinco, para ser exactos. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Mi perrita <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Mika</i>
a mis pies, esperando que le caigan unas migas de pan. Mueve animosamente la
cola. Aprovecho que ha escampado un poco, me pongo mi chubasquero azul y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Mika</i> me sigue sin tener que decirle
nada. La bajo a la calle a que de su paseo matutino. Vaya eufemismo lo del «paseo»,
es como si cualquiera de nosotros dijera que «se iba de paseo» cada vez que visitara
el retrete.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">La calle, a esas horas y siendo hoy domingo, está desierta.
Algunos charcos de agua limpia, recién caída. Los falsos plataneros desnudados
por la ventisca. En el suelo de aceras y calzada una maravillosa alfombra
amarilla, moteada de pequeñas manchas rojizas, vegetal toda ella, tan liviana
que la próxima ráfaga de viento la levantará para dejarla caer de nuevo en
cuanto cese de soplar. Aprovecho el momento y paseo con <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Mika</i> aspirando hondo, llenándome de un silencioso día de perros
que, en contra de la mayoría de la gente, a mí me gusta.<o:p></o:p></p><br /><p></p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-24576570037539235622022-12-01T17:05:00.002+01:002022-12-01T17:07:33.491+01:00Uno cuantos dientes de ajo.<p>A mi primo, el de Jamilena, no le gustan los ajos. No
obstante fue él quien me informó, con cierto pesar y enfado, que hace unos días
en su localidad habían robado de una nave industrial más de doscientos
cincuenta kilos de ajos, los repartieron en pequeñas bolsas de plástico y las
vendieron a un euro cada una. El caco era vecino de Andújar y un tanto confiado
en que sus artes de mangante eran excelentes. Esto último lo digo porque el
discípulo de Monipodio y autor del hurto, a los tres o cuatro días cayó en las
manos de la Guardia Civil. Me imagino que los de verde, cual buenos sabuesos,
solo tuvieron que seguir el rastro del «aroma» que tantísimas cabezas de ajo
iban esparciendo a su alrededor. A mi primo, el de Jamilena, no le gustan los
ajos y yo le llamo «Draculín» precisamente por su aversión a los bulbos de esa liliácea,
pero como es un tanto lento de reflejos, no capta la ironía y siempre me
pregunta que por qué puñetas lo tomo por un vampiro; en fin, ¡qué le voy a
hacer!</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9Xp4kydhSejAS4jc_TwOALfghsJgr2WK0qsK_28CaPOGI8xvXy4XHpRjfUcGqhZoEHAyLLZxNtmVXM7sbqaK2PIwCnv9EiWnkFmmLAdjYfpGeuTzb-Y2tEE7Yxtg2H8qOPOD9h0UAj-WbLJ1xF_efn9PiOkAyZNAVgYsYLinBbPE_v0Eg_jqMRNlBQg/s1131/AJO-DIENTE.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="1007" data-original-width="1131" height="178" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9Xp4kydhSejAS4jc_TwOALfghsJgr2WK0qsK_28CaPOGI8xvXy4XHpRjfUcGqhZoEHAyLLZxNtmVXM7sbqaK2PIwCnv9EiWnkFmmLAdjYfpGeuTzb-Y2tEE7Yxtg2H8qOPOD9h0UAj-WbLJ1xF_efn9PiOkAyZNAVgYsYLinBbPE_v0Eg_jqMRNlBQg/w200-h178/AJO-DIENTE.jpg" width="200" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal">El caso es que me dio por pensar que ciertamente los ajos
deben de estar considerados lo suficientemente valiosos como para ser objeto de
rapacería. Desde luego algo han de tener para que nos acompañen a los humanos
desde tiempos inmemoriales. Ya en el libro de <i>Números</i> capítulo XI, versículo 5º se relata como los hebreos al
salir de Egipto se lamentaban en el desierto de haber dejado atrás «los
cohombros y los melones, los puerros, las cebollas y los ajos». Se comprenden
sus lamentaciones, más que por añorar los ajos, por estar hasta salva sea la
parte de comer todos los días y a todas horas el maná que, vete tú a saber, si
se comía crudo, tal como caía del cielo, o si había que cocinarlo y con qué
condimentos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Supongo que los hebreos, cuando por fin y después de pasar
por tantas vicisitudes llegaron a la Tierra Prometida, se buscaron una buena
parcelita donde plantar ajos y poder así seguir gustando de ellos. Lo deduzco
porque he podido saber que, ya en la época talmúdica, decían los rabinos que «comer
ajo tenía cinco beneficios: satisface el hambre, calienta el cuerpo, ilumina la
cara, aumenta el semen y mata los “piojos” del estómago. Algunos dicen que el
ajo aumenta el amor y elimina los celos»<i>
</i>(Baba Kama 82a).<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Seguramente de Egipto, el ajo pasó a Grecia donde fue mal
considerado, de Grecia a Roma donde fue apreciado y de Roma, en manos de
Escipión, llegó a nuestra península que por aquel entonces aún no era España.
Tan menospreciado era el ajo en la Grecia clásica que Ateneo cuenta que a la
puerta del templo de Cibeles se apostaba un sacerdote con el encargo de olerle
el aliento a todo quisqui. Si olía a ajo, lo expulsaba sin contemplaciones.
¡Vaya tarea ingrata!: «A ver, écheme usted el aliento… pues no huele a ajo. Puede
pasar, pero tiene usted una piorrea que da asquito». Sin embargo, ya hemos
dicho que en Roma fue muy apreciado, por eso no es de extrañar que el poeta
Virgilio dijera de él que «es un alimento tónico capaz de fortalecer a los
vendimiadores, impedirles que se durmieran y preservarles de las picaduras de
las víboras».
¡Toma ya! No consigo vislumbrar de donde se sacó Don Publio que las víboras se
comportaran como si fueran vampiros. En fin, cosas más disparatadas se han
dicho. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">En España, hasta hace muy poco el ajo era cosa de villanos.
En el siglo XIV los caballeros tenían prohibido incluso nombrarlo. A Isabel la
Católica le resultaban repugnantes, tanto el sabor como el olor a ajos y, al
parecer, en una ocasión le sirvieron un plato que venía condimentado con
perejil, pero que previamente había estado en contacto con ajos. La reina, que
tenía un olfato de sabueso rastreador, olió a ajo y, bastante enojada,
despreció el palto tirándoselo a la cabeza al sirviente y diciendo: <i>Disimulado venía el villano vestido de verde</i>.
<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">En pleno Renacimiento el obispo de Guevara dice en uno de
sus escritos: «Si uviere de yr a negociar después de comer, guardese de
comer ajos e beuer vino puro: porque si huele a vino, tener le ha el rey por
borracho: y si huele a ajos, por mal condimentado<i>».</i>
A pesar de todo, en los siglos XVI y XVII, el pan y los ajos junto con la
cebolla estaban a diario en la mesa de los españoles «de a pie». Ya en nuestros
días, la condesa de Pardo Bazán, en su libro <i>La cocina española antigua</i>, dice nada más empezar: «En
las recetas que siguen, encontraran las señoras muchas recetas donde entran la
cebolla y el ajo. Si quieren trabajar con sus propias delicadas manos en hacer
un guiso, procuren que la cebolla y el ajo los manipule la cocinera […], pero
sería muy cruel que la señora conservase entre sortija de rubíes y la manga
calada de una blusa un traidor y avillanado rastro cebollero».
¡Es que siempre ha habido clases, hombre! Nada de estropear esas delicadas
manos propias de una señora como Dios manda, para eso está la cocinera, que en
todas las casas hay una con sus dos o tres pinches, ¿o no?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Allá por los años treinta del pasado siglo, Julio Camba
escribe su libro <i>La Casa de Lúculo</i>.
En él dice que la cocina española «está impregnada de ajo y de preocupaciones
religiosas». Ya fue muy atrevido por su parte equiparar lo mal considerado que
estaba por aquel entonces el ajo con las «preocupaciones religiosas». <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Pero en la segunda mitad del XX empezó a ponerse de moda la
dieta mediterránea y con esa corriente alimentaria se encomió el consumo de ajo
y dejó de ir asociado a la villanía. Hoy se afirma que el ajo es bueno para
reducir la tensión arterial, que alivia las molestias del reúma y artrosis.
Dicen que es un excelente diurético, también un buen carminativo (es decir, que
va bien para reducir gases y ventosidades, por si alguien duda del significado
de la palabra carminativo). Le atribuyen efectos vigorizantes del ánimo y, cómo
no, incluso hay quien defiende su poder afrodisíaco, y esto último me trae a la
memoria un dicho o refrán que dice, más o menos así: «Si comes ajos, que los
coma también tu pareja», así el aliento de ninguno de los dos hará perder ese
supuesto poder afrodisíaco que dicen tiene el ajo tiene y yo aún no he sido
capaz de confirmar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Sea como sea, el marchamo de cosa propia de villanos que
tenía el ajo no me hará renunciar a él, porque digo yo ¿cómo olvidarnos de unas
gambas al <i>pil-pil</i>, o de un buen gazpacho
con su punto justo de ajo y vinagre, o de un riquísimo plato de <i>ajotao</i> en cualquiera de las dos
modalidades que se hace en la Sierra de Segura, con patata ( <a href="https://cocinandoentreolivos.com/2020/02/ajoatao-de-jaen-receta-de-la-sierra-de-segura.html">https://cocinandoentreolivos.com/2020/02/ajoatao-de-jaen-receta-de-la-sierra-de-segura.html</a>
) , o a la antigua sin patata ( <a href="https://cocinandoentreolivos.com/2019/08/ajoatao-sin-patata-receta-sierra-de-segura.html">https://cocinandoentreolivos.com/2019/08/ajoatao-sin-patata-receta-sierra-de-segura.html</a>
), o de una simple tostada a la que se le haya dado una leve caricia con un
diente de ajo antes de echarle un chorreón de aceite picual y una pizca de sal?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">No, no podemos apartar el ajo de nuestra cocina. La prueba
está en nuestro refranero. De los cientos de refranes que hay sobre él, destaco
unos cuantos: «Muchos ajos en un mortero, mal los maja un majadero», «Porque tú
dices <i>loj </i>ajos, y yo digo <i>loj </i>ojos, ambos de Jaén somos», «Más
serio que un ajo», «Aunque se eleve el villano, siempre huele a ajos», «El que
se pica, ajos come», «No hay campana sin badajo, ni sopa buena sin ajo», «El
ajo de enero llena el mortero», «Allá vaya el mal, do majan los ajos sin sal».
Aquí paro, porque de seguir, la lista sería interminable. <o:p></o:p></p>
<span face=""Calibri","sans-serif"" style="font-size: 11pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">Cierro el escrito con el refrán que sigue porque, ya
que hemos mencionado más arriba el poder afrodisiaco que tiene este condimento,
el autor anónimo de este bien que le sacó placer a eso de machacar el ajo: «Mariquita,
majemos el ajo, tú cara arriba y yo cara abajo». Al parecer, la tal Mariquita
hacía de almirez y el gañán aportaba la mano de mortero. Ahí queda eso.</span>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-84301893675429133592022-11-09T18:22:00.000+01:002022-11-09T18:22:29.326+01:00Ultimas voluntades<p>Cuando yo muera y me asignéis un estrecho ataúd, ¿qué se quedará
aquí?</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Quizá mi huella en el cojín del sillón verde. Tal vez esa
página del libro, con el pico doblado, donde interrumpí su lectura. Quizá la
botella de brandi a medias. Tal vez se quede en mi mesa esa foto tuya en la que
me sonríes y nunca quise enterrar en el álbum. Quizá la camisa a la que le
perdí un botón cuando jugaba contigo, la de cuadritos azules. No me importa si
todas esas cosas las dejáis fuera… <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Pero lo que no quiero que se quede aquí es el móvil y su
cargador. Por favor, metédmelos en algún bolsillo del traje que me pongáis.
Allí donde me vais a dejar, la vida es muy aburrida sin <i style="mso-bidi-font-style: normal;">YouTube</i> o <i style="mso-bidi-font-style: normal;">WhatsApp</i>.
Espero que haya cobertura, porque si no…<o:p></o:p></p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-43218795675896818282022-11-08T12:32:00.000+01:002022-11-08T12:32:07.486+01:00Una mañana caprichosa<p> </p><p class="MsoNormal">Elegí ese café porque los veladores de la terraza eran «a la
antigua», con superficie redonda de mármol blanco y pie de hierro pintado de
negro. La mañana era aún fresca. Domingo y sin tráfico. Silencio, dentro de lo
que cabe. Enfrente, los álamos del parque. Algún gorrión en el suelo,
picoteando migajitas de pan caídas. El mármol del velador era la página en
blanco de la <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>despreocupación. Pedí un
café cortado. Saqué del bolso los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Articuentos</i>,
de Millás, prometiéndome una sosegada lectura. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Sin saber de dónde ni como (tan enfrascado estaba en la
lectura), salido de la nada, apareció un hombre sentado ante mí y mirando la
mesa. Era calvo, regordete, de cara sonrosada. Llevaba chaqueta arrugada de
lino, de un color amarillo grisáceo. El rostro y la frente empapados de sudor
repulsivo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">–Oiga, hay muchas mesas libres, puede sentarse en cualquiera
de ellas, ¿por qué se ha sentado en la mía?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">–Me gusta esta mesa –me dijo mientras se secaba el sudor de
la cara con un mugriento pañuelo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">–Bueno, me parece muy bien. Pero ahora estoy yo en ella y
quiero seguir solo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">–Ya, pero le repito que esta es la mesa que me gusta a mí.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">–Y yo le repito a usted que hay muchas mesas libres y todas
iguales… ¡Esto es absurdo! Voy a llamar al camarero.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Entonces él se levantó, cogió mi café y lo colocó en la mesa
de al lado. Me miró sonriendo y mostrando, impúdicamente, un sarro amarillento
entre los dientes. Agarró firmemente con sus dos manos el tablero marmóreo de
la mesa, la levantó sobre su cabeza y se la llevó calle abajo. Lo vi desparecer
al doblar la esquina veinte metros más abajo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Me senté en la mesa de al lado, donde el extraño sujeto
había dejado mi café, y seguí leyendo los <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Articuentos</i>
de Millás como si no hubiera pasado nada. Cosas más raras cuenta Juanjo en su
libro.<o:p></o:p></p>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-28873983136249863932022-11-01T20:18:00.000+01:002022-11-01T20:18:13.064+01:00Casi un diario, como diría mi vecino el listillo. El día de los Fieles Difuntos y la historia de Victor Noir. Martes 1 de noviembre de 2022<p> Ayer, entre las ocho de la tarde y las once de la noche,
llamaron a la puerta de mi casa al menos en tres ocasiones. Las tres veces eran
grupos de niños y niñas disfrazados, con mayor o menor acierto, de brujas, zombis,
esqueletos o pequeños condes Drácula. La última vez no les abrí porque oí la algarabía
que traían y no quería interrumpir el hilo de la película de Netflix que estaba
viendo. En las dos anteriores veces, nada más abrir la puerta, me espetaron a
coro la cansina y equívoca frase de «Truco o trato». Tentado estuve de
preguntarles que querían decir con esas tres palabras. Tan influenciados
estamos por el cine norteamericano que repetimos, bobaliconamente, en una mala
traducción del inglés lo que los niños estadounidenses dicen la noche del 31 de
octubre cuando van de casa en casa en busca de caramelos. Ellos dicen «<i>Trick or treat</i>» que se traduce como
«susto (trick) o dulce/regalo (treat)». Lo que buscan los niños es que el
adulto que abra la puerta elija entre darles un susto o darles un caramelo. Yo
les hubiera dado un buen susto abriéndoles la puerta de golpe y saliendo
convertido en un muerto viviente que les gritara amenazador y les persiguiera
escaleras abajo, pero las dos veces les puse cara sonriente y les di un par de
puñados de caramelos de los que guardo para cuando vienen a casa mis nietos.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Estoy seguro de que si a un niño de ocho años le preguntas
qué se celebra el 31 de octubre te contesta que <i>Halloween</i> y de ahí no lo sacas. Para él no existe lo que, en
español, conocíamos como «víspera de Todos los Santos», también conocida como
Noche de Brujas, o <b><i>Samhain</i></b> que es como los antiguos celtas nombraban la festividad
más importante del período pagano, en la que la noche del 31 de octubre celebraban
el final de la temporada de cosechas y era considerada como el «Año Nuevo
Celta». Es más, algunos eruditos que han estudiado mucho el asunto, sostienen
que <i>Halloween</i> o, por mejor decir, la «víspera
de Todos los Santos» puede ser el resultado del sincretismo causado por la
cristianización por parte de la Iglesia primitiva del <i>Samhain</i>
pagano. Posiblemente, ese hipotético niño de ocho años y quizá también sus
padres, ignoren que, si después de la víspera de Todos los Santos viene el
propio día de Todos los Santos, al día siguiente, el 2 de noviembre, se celebre
el día de los Fieles Difuntos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">En mi infancia pues, no había <i>Halloween</i>. Esa noche preparábamos los «Huesos de Santo» y las
bandejas con «buñuelos de viento» rellenos de chocolate, de nata o de batata
cocida para consumirlos al día siguiente, el día de los Santos, el primero de
noviembre. También, las madres más previsoras, habían comprado en la mañana del
treinta o del treinta y uno de octubre, un par de ramos de crisantemos blancos
o amarillos que se mantenían en un jarrón con agua hasta el día dos de
noviembre, el día de Difuntos, que era cuando visitábamos los cementerios en
busca de nuestros muertos para limpiarles las lápidas de los excrementos de
palomas y renovar el ramo de flores del año pasado, ya mustias o desaparecidas.
Después se les rezaba una oración, nos santiguábamos y nos íbamos tan contentos
a tomar una caña de cerveza en «el Sanatorio», junto a la Catedral; cerveza bien
tirada, con el sobrenadante de espuma del grosor de un dedo, como mandan los
cánones. Bueno, bueno, eso lo bebían los mayores. A mí y a mis hermanos nos
daban una «Fanta» de limón o de naranja.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Hoy he perdido la costumbre de visitar el cementerio el día
dos de noviembre. Sin embargo cuando voy de viaje a ciudades principales, me
gusta visitar sus cementerios. Suelen estar bien cuidados, son silenciosos y
tienen caminos que invitan a pasear. Además puede ser que te encuentres como
inquilinos a personajes célebres que habitan tumbas o panteones lujosos y artísticos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Recuerdo que, para celebrar que estábamos al comienzo de un
nuevo siglo, en el 2001 se me ocurrió que podíamos hacer un viaje a Paris.
Además se lo debía a Maricarmen. Hacía dos años que se lo había prometido con
motivo de nuestras bodas de plata, pero por uno u otro motivo lo habíamos ido
postergando. El caso es que en mayo del 2001, por fin pudimos hacer el viaje. Una
mañana visitamos el <i>Cimetière de
Montmartre</i> y al salir, el <i>Moulin
Rouge</i> que nos pillaba de paso… Por cierto, aquella mañana, en la estación
de Metro de Pigalle, me robaron la billetera con todo mi dinero (eran todavía
pesetas) y la documentación. Pero esa historia la contaré otro día.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Decía que aquella mañana habíamos visitado el cementerio de
Montmartre donde saludamos a Hector Berlioz, bueno yo lo saludé, pero no estoy
seguro de que él me oyera. También hicimos unas paradas ante las huesas donde
reposan los restos de Edgar Degas, Stendhal y Émile Zola. Me hubiera gustado
saludar también a dos personas más: a Manuel Godoy, nuestro príncipe de la Paz
y secretario de Estado español, por aquello de ser paisano y a Édith Piaf para
oírla cantar, una vez más, <i>La Vie en rose.</i>
Cuando pregunté por ellos, me dijeron que esos dos vivían, si se me permite
emplear esa palabra, en el más grande de los cementerios de París, en el <i>Cimetière du Père Lachaise.</i> Pero después
del episodio del hurto, con el disgusto y el susto, de saludarlos se me fue el
gusto. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Sin embargo, al regreso, una vez en mi casa de Jaén me
empeñé en hacer una visita virtual a dicho cementerio y tratar de localizar la tumba del príncipe
de la Paz. La encontré. Es discreta, si la comparamos con las de alrededor y,
cuando se hizo la fotografía que vi en el ordenador, estaba cubierta con una
bandera de España y dos ramilletes de flores con aspecto de ser de plástico,
tal vez compradas en el más cercano bazar de chinos. No sé si esos dos objetos
siguen hoy ahí. Pero si discreto es el enterramiento de Don Manuel Godoy, más
discreto es el de la pobre Édith que, además en la foto que vi por internet, costaba
trabajo leer su nombre porque estaba casi oculto por una corona de flores que,
estas sí, parecían frescas y naturales. Se nota que la Piaf tiene más simpatizantes
vivos que el señor Godoy. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Pero, en la tarea de aquella búsqueda por los espacios
virtuales, me topé con un enterramiento ciertamente curioso: el de <b>Victor Noir</b>. Su tumba es una de las más
visitadas del cementerio de <i>Père-Lachaise</i>.
Victor Noir fue un periodista francés más famoso por su muerte que por sus
escritos. Pertenecía a una familia humilde, era hijo de un zapatero judío que
se había convertido al catolicismo. Fue aprendiz de periodista para el diario <i>La Marsellaise</i>, en Paris, a finales de
los años 60 del siglo XIX. Periódico que editaba el político Paschal Grousset,
amigo de Julio Verne y de ideas republicanas. En diciembre de 1869, Grousset
lanzó en un discurso una serie de injurias contra Napoleón I. Al día siguiente,
el diario afín al régimen <i>L’Avenir de la
Corse</i>, publicó una carta del príncipe <b>Pierre
Bonaparte</b>, primo del emperador Napoleón III en la que insultaba a Grousset.
El tal Pierre era un Bonaparte díscolo, aficionado a las armas desde joven, que
luchó en su Italia natal junto a Garibaldi y en Colombia al mando del General
Santander contra las tropas españolas. La verdad es que, nada más que por esto
último, ya me cae antipático el tío este.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Grousset se tomó estos insultos como un ataque a la libertad
prensa, y también como una ofensa personal, y le exigió a Pierre Bonaparte disculpas.
Pierre no solo no se disculpó, sino que envió una carta al director del diario
de Grousset con estas letras: <i>Después de
haber ultrajado a cada uno de los míos, me insultáis con la pluma de uno de
vuestros sirvientes. Tiene que llegar mi turno. Solamente tengo una ventaja
sobre los otros con mi nombre, y ésta es ser un hombre particular, ser un
Bonaparte… Por eso os pregunto si vuestro tintero está asegurado por vuestro
pecho… Yo vivo, no en un palacio, sino en el 59 de la calle Auteuil. Os prometo
que si os presentáis vos mismo, no os dirán que me marché</i>. </p><p class="MsoNormal">Al día
siguiente, Grousset, envió a sus empleados Victor Noir y Ulrich de Fonvielle
para fijar las condiciones de un duelo con Pierre Bonaparte. Pero el príncipe
rechazó el desafío, alegando que no se batiría con ningún plebeyo y que solo
aceptaría un duelo contra el director del periódico, el Sr. Rochefort, ya que
pertenecía a la nobleza (era Marqués), pero no contra ninguno de sus
«sirvientes». Entonces, nuestro personajillo Noir le recriminó su desprecio
hacia sus compañeros y su actitud. No pudo Noir extenderse mucho en su reproche,
porque enseguida el príncipe Bonaparte, le dio una bofetada, sacó su revólver y,
sin titubear, mató a Noir a tiros ante el espanto de su colega. Victor tenía
apenas 22 años. Como era de esperar, al Bonaparte no lo condenaron; los jueces
«imparciales» dijeron que había actuado en legítima defensa y solo lo instaron a reparar
con 25.000 francos a los padres de la víctima. La familia rechazó el dinero, ¡ahí,
con un par! Todo esto causó una enorme indignación pública que se sumó a la
impopularidad del emperador Napoleón III. Más de 100.000 personas acudieron al
funeral de Noir en el cementerio de <i>Neuilly.</i> Hasta Flaubert le escribió una carta a George Sand fechada el mismo día del
entierro en la que le decía: <i>¡No se habla
de otra cosa que de la muerte de Noir! El sentimiento general es el Miedo, nada
más! ¡En qué tristes costumbres nos hemos enfangado!...</i> Pronto una estampa
de Noir en su lecho de muerte empezó a ser vendida como símbolo contra la
opresión.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyz-qcXsiEO5cd40TwG_goqy51N9sW1JHpmC4Aw-nLb9_LcKucBmDfofZu77l2BqcndkGKCUiIIfXJPwo23ivRt7k1HHEpWZs0snmYDdW5bkz1Q9zHMb90jE_aVanymdbBMM_aekYGkxBEnzriJmWPcNzzmjJ9HhnAW-vS14SYZqkXii-Fy7sSNugN-g/s880/d0b2a9c8-7a22-4f54-a32a-0f9b19284eb8_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="495" data-original-width="880" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyz-qcXsiEO5cd40TwG_goqy51N9sW1JHpmC4Aw-nLb9_LcKucBmDfofZu77l2BqcndkGKCUiIIfXJPwo23ivRt7k1HHEpWZs0snmYDdW5bkz1Q9zHMb90jE_aVanymdbBMM_aekYGkxBEnzriJmWPcNzzmjJ9HhnAW-vS14SYZqkXii-Fy7sSNugN-g/s320/d0b2a9c8-7a22-4f54-a32a-0f9b19284eb8_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg" width="320" /></a></div><br />En 1889, tras el establecimiento de la Tercera República
Francesa, la tumba de Víctor Noir se trasladó al cementerio del <i>Père-Lachaise</i>, en París en donde le
erigieron una estatua de bronce a tamaño natural esculpida por Jules Dalou para
decorar su nuevo panteón. La escultura, en estilo realista, simula a Víctor
caído al suelo tras recibir aquel disparo traidor, dejando tirado a
su derecha el sombrero. Por algún motivo inexplicado, el escultor puso una «protuberancia
notable» en lo que es la entrepierna de Víctor. Esto ha sido causa de que se
convirtiera en uno de los monumentos más visitados y populares, especialmente
por el público femenino, desde finales del siglo XIX. El mito dice que
colocando una flor en el sombrero hacia arriba tras besar la estatua en los
labios y… rozar su área genital, pueden aumentar la fertilidad, ayudar a llevar
una vida sexual feliz, o conseguir un marido en menos de un año. Como resultado
de la superstición ciertas partes de la estatua de bronce están bastante
desgastadas y brillantes presentando un color dorado distinto al verduzco del
resto de la obra.<o:p></o:p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlFFGgJ2s-kCCgq2fZGcUx2IJBEw7k8ktLJfL9azvgy4MTgBSmtTAqXBUfsn-R0QfC4ygGloD_S6IcOMGR-M4YwzuEBmLlAJZTt2BX0Kjv82w5wBTMZcnmjchdqJ0EO1F8ZlL2on_T1yi9y6sOcEKtYjdbc2RNmRDeA7wE-oVZ8_yy4UoUKXPMcU_05A/s582/Tumba%20de%20Victor.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="582" data-original-width="479" height="296" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlFFGgJ2s-kCCgq2fZGcUx2IJBEw7k8ktLJfL9azvgy4MTgBSmtTAqXBUfsn-R0QfC4ygGloD_S6IcOMGR-M4YwzuEBmLlAJZTt2BX0Kjv82w5wBTMZcnmjchdqJ0EO1F8ZlL2on_T1yi9y6sOcEKtYjdbc2RNmRDeA7wE-oVZ8_yy4UoUKXPMcU_05A/w243-h296/Tumba%20de%20Victor.jpg" width="243" /></a></div><p></p>
<p class="MsoNormal">El caso es que la tumba y la escultura de Víctor Noir acabaron
pasando de ser un icono republicano a convertirse en un fetiche para muchas
mujeres que visitan la tumba del reportero para frotar su «paquete»,
atribuyéndole a tal acto poderes fertilizadores. Sin embargo, tomarse al pie de
la letra algunos mitos y leyendas puede deparar momentos surrealistas como el
fotografiado por un <i>paparazzi</i> sin
escrúpulos. Sorprendió a una confiada y desprevenida mujer que quiso ir más
allá de la caricia con la mano a la bragueta del periodista asesinado, y
decidió refregarse en ropa interior con ella. Al menos, la <i>femme fougueuse</i> vestía de riguroso luto. Miradla ahí, en la foto
que os dejo.<o:p></o:p></p>
<span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES; mso-fareast-theme-font: minor-fareast; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">Tal vez, a
estas alturas, el pobre Víctor esté cansado de tanta masturbación que no le ha
deparado en<br /> todos estos años ni un solo orgasmo. Cosas de la vida.</span>Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5078937456599512653.post-61585262160209837782022-10-12T18:49:00.004+02:002022-10-12T18:56:46.119+02:00Historias bíblicas para profanos: Lo de Adán y Eva.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh23L26mYDbDtD66eQbpQUZSCcqCDzUSfR3xMBoz-TqtVKqww_x1Ua3D_YSKqezNFv7rpfO_bsXrbFpqzg9TQdmjdZNtTeOf7uvZukctyeRfLsyLrlBju3XBelBXrd4aeGr9seVVJFfDmgJoF8KM2-1F9QviHcMMv_M9zkBCIcQnVL_1SmbijHFSErD6Q/s1181/GT-Ad%C3%A1n-y-Eva-220.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="945" data-original-width="1181" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh23L26mYDbDtD66eQbpQUZSCcqCDzUSfR3xMBoz-TqtVKqww_x1Ua3D_YSKqezNFv7rpfO_bsXrbFpqzg9TQdmjdZNtTeOf7uvZukctyeRfLsyLrlBju3XBelBXrd4aeGr9seVVJFfDmgJoF8KM2-1F9QviHcMMv_M9zkBCIcQnVL_1SmbijHFSErD6Q/w400-h320/GT-Ad%C3%A1n-y-Eva-220.jpg" width="400" /></a></div><p class="MsoNormal"><span lang="es">Adán se despertaba muy pronto, casi con las
primeras luces, miraba a derecha e izquierda, bostezaba, se estiraba un buen
rato, volvía a bostezar y, por fin, se levantaba del lecho excavado en la
blanda arena en el que, la noche anterior, había extendido una suave capa de
fresca y fragante hierba. Orinaba en cualquier parte, luego se acuclillaba en
la orilla del río, acuencaba las manos y las llenaba de fresca agua incolora,
inodora e insípida como eran entonces todas las aguas existentes. La bebía. Se
acercaba al peral, o al ciruelo, o al naranjo (nunca al manzano) siempre cargados
de frutos y arrancaba dos o tres piezas. Se las comía despacio, sin prisas.
Tenía todo el día para no hacer nada. Si se animaba, a lo mejor dedicaba un
rato a tratar de enseñar a ese animal que se le arrimaba con insistencia, parecido
al lobo, pero más dócil, a que le diera la pata cuando él le tendiera su mano.</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Había terminado ya de poner nombre a todos los
animales (menos a ese que se le parece al lobo, pero no es un lobo) que
pululaban por los alrededores. Al león lo llamó león y le dijo que fuera el más
fiero de todos ellos; al gato lo nombró gato y le enseño a ronronear cada vez
que le pasara la mano por el lomo; al papagayo lo nombró papagayo y, para
distinguirlo de otros loros parlanchines, lo pinto de vivos y variados colores;
a la serpiente, no sin cierta repugnancia, le puso el nombre de serpiente
porque vio que le venía como anillo al dedo. Fue un gran esfuerzo el inventarse
cientos y cientos de nombres, cada uno distinto, para dárselos a los animales
que todas las mañanas formaban largas colas ante él en espera de recibir el
preciado certificado de identidad. Sí, porque Adán les entregaba a cada uno de
ellos el nombre asignado escrito en una larga y estrecha hoja de papiro que
luego ataba alrededor de sus cuellos, más que nada para no confundirlos cada
vez que se cruzara con ellos, al menos hasta que hubiera memorizado bien el
nombre que le había otorgado a cada uno.</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Pero esta mañana no había ante él ningún
animal esperando su bautizo. «Y ahora, ¿qué puñetas hago yo?», se dijo. Le
hubiera gustado tener con quién hablar. Alguien que admirara su ingente tarea
realizada. Lo había intentado con todos los animales conforme iba dándoles
nombre, pero ninguno parecía entenderlo. Solo obtenía de<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>ellos ladridos, mugidos, rebuznos, maullidos,
trinos, zumbidos y balidos, muchos balidos. Un día le pareció que la serpiente
con su siseo aprobaba su labor, pero de ahí no salía. Todo era un largo y
cansino sííí, sííí. Lo más cerca que estuvo de poder hablar con alguien fue con
uno de los loros, primo hermano del papagayo, sin embargo pronto se dio cuenta
de que lo único que hacía era repetir lo mismo que él le decía. Puro parloteo
sin sustancia. Lo mantuvo a su lado solo porque al pájaro le gustaba posarse
sobre él y supuso que yendo así, con el loro sobre su hombro izquierdo,
formaban una bonita y exótica imagen.</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Así que, sin nada que hacer esa mañana,
decidió dar un paseo. Iría a explorar el gran jardín en el que se encontraba.
Quizá fuera hasta aquellas apartadas cumbres donde, algunas mañanas, había oído
extraños, pero a la vez agradables, sonidos. Como su propia voz, pero más
cantarina. Como la de aquel animal que bautizó con el nombre de sirena y que,
nada más recibirlo, se zambulló en el agua y se alejó dejando tras de sí una
oleada de rubia melena. Le hubiera gustado pasar una noche con ella. Tenía algo
inquietante ese animal.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Cuando Adán llevaba casi dos horas andando
empezó a cansarse y a aburrirse. Iba hablando solo, diciendo que todo estaba
muy bien, que el clima era maravilloso, que la temperatura era ideal y sin
variaciones significativas, que en el jardín encontraba toda la comida que
quisiera a su disposición y que, para pasar unas semanas de meditación y relax
estaba muy bien, pero que él echaba de menos un poco de actividad y, sobre
todo, alguien con quien hablar, alguien que admirara todo lo que había hecho.</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Su sorpresa fue mayúscula cuando, al doblar un
recodo del camino, se encontró con una pequeña cueva que tenía unos geranios
plantados a la entrada; a su izquierda había una extraña construcción de forma
circular, hecha con ramas entrelazadas y dentro de la misma tres gallinas que
empezaron cacarear nada más verlo. Del interior de la cueva salía un humillo
que olía a tomillo y carne puesta al fuego que le hizo salivar hasta casi
atragantarse. Se quedó ahí, parado, sin saber qué hacer. Su asombro fue mayor
cuando del interior de la cueva salió un animal que le recordó a la sirena. La
reacción inicial de ambos fue la de salir huyendo, pero incomprensiblemente
ambos se quedaron parados mirándose y olisqueando el tufillo que les venía del
contrario. Adán se dijo que hubiera preferido encontrarse con la sirena, porque
la mitad inferior de este nuevo y desconocido animal le pareció una burda
imitación de la suya propia, ¡le faltaba el pequeño apéndice colgandero que él
tenía entre las piernas! Se ve que el diseñador de este animal tenía prisa y lo
acabó sin colocar ese mini rabo que él tenía y en su lugar le dejó ahí un hueco
sin cerrar. Eso es lo que habría ocurrido, sin duda. Qué se le iba a hacer.</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Y creyendo que hablaba para sí solo, dijo: «Vaya
animal raro. No es ni hombre, ni sirena. Está incompleto. Ahora tendré que
pensar un nombre para él». Adán casi se cae de espaldas cuando oyó que el
extraño animal podía hablar. «No tienes que ponerme nombre. Me llamo Eva y soy
una mujer, la primera mujer», dijo Eva apartándose con la mano derecha un
mechón, un largo y dorado mechón de pelo que le tapaba el ojo y parte de la
mejilla.</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Adán se quedó esa mañana junto a Eva. Aprovechó
para contarle, con el pecho bien henchido y la mirada algo arrogante, como él
solo y sin ayuda, empleando una buena dosis de imaginación y de mercadotecnia, les
había puesto nombre a todos los animales. Eva le dijo que eso estaba bien, pero
que lo suyo no era para menos. Ella había identificado todas las plantas y
árboles. Además había inventado los corrales y domesticado a las gallinas y
estaba trabajando sobre la creación de una industria agroalimentaria capaz de
distribuir sus productos por todo el jardín. Adán dijo: «¡Pche!, no está mal,
pero no le veo utilidad a todo eso». Entonces Eva le dio a probar el asado de
conejo que estaba haciendo y Adán pensó que a lo mejor no sería mala idea
mantener buenas y cordiales relaciones con este nuevo ser. Así que siguieron
charlando y charlando y cuando se hizo de noche, Eva le dijo que podía hacerle
un camastro en el interior de la cueva y que ya, mañana, con luz del día podría
volver a su rincón del jardín.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">A la mañana siguiente Adán se acicaló algo más
de lo habitual y se ofreció para coger la fruta de un manzano (quién se lo iba
a decir, ¡él cogiendo manzanas!) que estaba a escasos veinte metros de la
cueva. Luego fue Eva la que le invitó a probar los dulces dátiles que ella
misma recolectaba de un cercano palmeral. Después de comer todos esos manjares
se quedaron en grata sobremesa y el tiempo se les fue volando. Y así, casi sin
darse cuenta, pasaron el día. Después pasó una semana, un mes, tres meses...
Hablaban, reían, comían sin temor a perder eso que una mañana, cuando el rocío
aún no se había evaporado, dieron en llamar «felicidad», porque Adán decía que
acabados los animales, plantas y árboles a los que asignarle nombre, había que
empezar a denominar esas extrañas sensaciones, que no sabían muy bien de dónde
les brotaban. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Pero está claro que «ni el hombre conoce cien
días de felicidad, ni la flor conserva durante cien días su color», (muchos,
muchísimos siglos más tarde se empezó a repetir cansinamente esta frase entre
las gentes de un lugar conocido con el nombre de Catay y decían que era un
proverbio inventado por ellos, pero ya veis que no, que la frase es mía). Así
que, una tarde especialmente calurosa, Adán se dio cuenta de que habían agotado
los temas de conversación. Con ojos apagados miraba los geranios que se le
antojaban ahora mustios y descoloridos. Los dátiles empezaron a resultarle empalagosos
a Adán. Ya no le apetecía tanto como antes coger manzanas para Eva (ella siempre
les encontraba algún gusano y las despreciaba). Por todo eso y más, esa tarde Adán
le dijo a Eva: «Va siendo hora de que le dé una vuelta a mi rincón del jardín».
A Eva le pilló de sorpresa esa noticia y empleando un tono claramente altanero,
despectivo si queréis, le dijo a Adán: «Pues, cuando tú quieras». Y, justo en
ese momento apareció la serpiente.</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Adán, al ver al reptil cerca de ellos, inició
el ademan de tirarle una piedra. Eva lo detuvo. «Pero, ¿qué haces? No la
asustes. Es un animal precioso. Nunca había visto nada parecido». Eva cogió a
la serpiente, se la enroscó alrededor del cuello y se adentraron por el bosque.
Por el camino, la serpiente le iba susurrando al oído cómo conseguir que Adán
no se fuera. Le decía: «Ven, que te voy a enseñar lo que suelen hacer el gato y
la gata; el chimpancé macho y la chimpancé hembra; el león y la leona; en fin,
todos los animales machos con todas las animales hembras de su misma especie». Y
cuando Eva lo vio, comprendió esa pequeña diferencia anatómica que había entre
Adán y ella. Entonces le preguntó a la serpiente: «Vale, pero ¿cómo consigo que
Adán se interese de esa manera por mí?» Si la serpiente hubiera podido reír, se
hubiera reído en ese momento, pero como no podía se limitó a decir muy
sibilinamente: «Seduciéndolo». Ante la cara de ignorancia que puso Eva, la
serpiente le dijo que mejor que enseñar era insinuar y acto seguido le cubrió
con sendas hojas de parra las ingles y las nalgas. Y con dos largos mechones de
su rubia cabellera le tapó los pechos. También le dijo que mejor que caminar
sosamente, era andar contoneando las caderas; que mejor que mirar directamente
a los ojos era esconder tímidamente la mirada; que por la tarde se bañara en la
charca de aguas cristalinas para quitar de su piel todo resto de suciedad y
malos olores y después se adornara el pelo con unas aromáticas moñas de jazmín.
Por último, que después del baño, al anochecer, se sentara cerca de él, apenas
rozándolo, mirara fijamente a la Luna y suspirara repetidas veces.</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Cuando Adán vio reaparecer a Eva con sus
excitantes hojas de parra estratégicamente colocadas y con ese nuevo movimiento
de caderas, se quedó algo perplejo. Pero la cosa no acabó ahí. Su asombro e
inquietud fueron a mayor al verla desprenderse con cierta parsimonia de esas hojas
de parra mientras se iba metiendo lentamente, sin prisas, en la charca, de una
forma tan voluptuosa que a él mismo le dieron ganas de bañarse, aunque supo
resistirse, no sin esfuerzo, a ese impulso. Cuando Eva, siguiendo los consejos
de la serpiente, se adornó el pelo con las flores de jazmín, lanzó dos o tres
suspiros, le dio la espalda a Adán y miró de frente a la Luna, en ese mismo momento
digo, Adán comenzó a sentir una quemazón en su colgajo que culminó en una soberana
erección. Se situó entre Eva y la Luna señalándose tal anomalía y le dijo: «A
ver ahora qué hago yo con esto».</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Ni que decir tiene que esa noche Adán y Eva
hicieron lo mismo que suelen hacer el gato y la gata, el chimpancé macho y la
chimpancé hembra, el león y la leona y todos los animales machos con todas las
animales hembras de su misma especie. Pero no una vez solamente, sino que lo
repitieron hasta cuatro veces en esa misma noche y, cuando estaba amaneciendo,
al intentar repetir la coyunda por quinta vez, se les apareció el dueño del jardín
que, con cierta severidad les dijo:</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">«Ah, ya veo que habéis conocido el sexo, el
erotismo, la procreación. Eso seguro que ha sido cosa de la serpiente, esa
rastrera metijona. Ahora me llenaréis todo este vergel de pequeños y ruidosos
chiquillos. Ya no habrá silencio ni tranquilidad. No podré mirar a izquierda o
a derecha sin toparme con unos revoltosos alevines que, con sus molestos saltos
y juegos, estén destrozando mis macizos de rododendros o de petunias. Y cuando
se hagan mayores será peor. Cohabitaran entre ellos y tendrán más camadas. Y yo
tendré que mantener a toda la caterva, darles de comer y prestarles cobijo. ¡No
y mil veces no! No lo consentiré, que quede bien claro. Así que os ordeno que salgáis
de mi jardín, que abandonéis mi Edén. Que, a partir de ahora, quien quiera
comer que se gane el pan con el sudor de su frente. ¡Hala, fuera, fuera de aquí
ahora mismo!».</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Y eso fue lo que pasó. Ni más ni menos. Con
los años se escribió una historia algo desvirtuada. Seguía apareciendo la
serpiente, eso sí, pero en el relato posterior aparecían incongruencias como que
primero apareció Adán en el jardín y más tarde Eva (ya habéis visto que no fue
así, que Eva estaba en el jardín a lo mejor incluso antes que Adán); que el
dueño del jardín les dijera «creced y multiplicaos», cuando ha quedado bien
claro que odiaba a los niños y a las muchedumbres; también aparece un árbol de
fruto prohibido; una manzana que les dio la serpiente (vaya tontería, ¿con qué
mano la iba a coger la serpiente?) que primero mordió Eva y después Adán (él
sentía repugnancia por ese fruto. Si antes lo cogía era para dárselo a Eva, ya
os lo he contado antes); un ángel con espada flamígera y no sé cuántos
disparates más.</span> </p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es">Pero vosotros hacedme casó a mí, que yo no
engaño a nadie.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es"><o:p> </o:p></span></p><br />Mentiras inciertashttp://www.blogger.com/profile/02899140482171472681noreply@blogger.com0