Todos íbamos gritando, asustados, de un lado a otro, sin control, desesperados. Queríamos huir pero no sabíamos a donde. El campamento era un caos. Los niños llorando, perdidos de sus padres. Las madres como locas buscándolos. Todos recriminando a nuestro guía por habernos llevado a la muerte. Llevábamos más de seis meses huyendo sin parar de los hombres del Faraón. ¡Y ahora, estábamos irremisiblemente atrapados entre ellos y el agua! Entre la espada y la mar. Hoy contaré la verdad. La leyenda que todo el mundo conoce exagera y desvirtúa la auténtica historia. La realidad fue muy diferente. No es cierto que nuestro éxodo lo formaran más de seiscientas mil personas. Apenas éramos mil. Llevábamos nuestras impedimentas en carros tirados por nosotros mismos. Sólo disponíamos de veintitrés camellos que cargábamos con pesados fardos que contenían nuestro bien más preciado, el agua. También los pertrechos necesarios para montar las tiendas comunales y la del consejo de an
Blog personal donde expongo mis relatos, mis fotografías y mis opiniones.