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Mostrando entradas de mayo, 2022

Los patios de las Protegidas

 Unas tías de mi padre vivían en «Las Protegidas». Tenían un piso, un pisito, en la planta baja de uno de los bloques que miran al parque de La Victoria; en la calle Baeza sigue estando, pero ya sin las tías Manuela ni Adela, tampoco el tío Emilio, que era bizco. Sin embargo yo los recuerdo muy bien, los veo moverse (la tía Manuela poco), los sigo oyendo hablar y sigo saboreando su guiso de calamares (nunca superado por los que pruebo ahora). Pero mi mejor recuerdo es el de los patios, grandes patios, enormes patios interiores que tienen esos bloques de viviendas protegidas. En ellos he jugado, he rivalizado con otros chiquillos por inventar historias fantásticas, he intercambiado cromos y canicas, he merendado hoyos de pan con aceite y una onza de chocolate, he corrido y me he hecho magulladuras en las rodillas por las caídas sobre un suelo cubierto de gravilla... En esos patios he pasado momentos de mi infancia en los que estaba convencido de que todo el mundo, toda la vida, toda la

Un duro aprendizaje

 Recordó, antes de volver a caerse, sus primeros intentos por caminar solo, sin ayuda. Progresaba, sí, pero muy lentamente. Al principio apenas podía sostenerse en pie ni tan siquiera durante un segundo. Ahora, después de unas semanas de prácticas, ya era capaz de dar tres o cuatro pasos seguidos. Hoy se ha caído después de seis, ¡todo un éxito! Además, hoy no quiso llorar, como lo hacía antes. Sin embargo, así tirado por enésima vez en el suelo, echó de menos la seguridad con que se movía tan solo hacía unas semanas, cuando sus padres aún le permitían usar el tacatá, y entonces pensó que lo peor aún estaba por venir. Sería el día en que decidieran quitarle también el chupete.

Galicursi

  Algunas palabras nacen, viven y mueren en los diccionarios sin pasar por la boca de los hablantes. A veces, en mi peregrinar por la web o por libros que ya huelen a viejo, a rancio, y tengo guardados en los anaqueles altos de mi biblioteca, me encuentro con palabras que no he oído ni leído nunca, lo cual no es demasiado raro en mí. De todas ellas solo me quedo con las que tienen cierta musicalidad, las que suenan bien, o las que me sugieren cosas fantásticas. Pues eso es lo que me pasó el otro día al toparme con la palabra GALICURSI. Lo primero que hice fue irme al diccionario de la RAE. Copio lo que dice de esta palabra: 1. adj. coloq. Dicho de un lenguaje: Caracterizado por el uso de frecuentes galicismos por afectación de elegancia. 2. adj. coloq. Dicho de una persona: Que emplea un lenguaje galicursi. U. t. c. s. Luego intente buscar el origen de la palabra. Los vocablos no siempre surgen en el seno de los hablantes, también pueden ser inventados en la literatura, así c

Fotos fuera del álbum: EL bañador azul.

    Mi padre no sabía nadar. Murió sin aprender a nadar. Cuando se bañaba en la piscina nunca pasaba a la parte honda, donde el agua pudiera cubrirle; se quedaba donde no le llegaba al cuello y, sosteniéndose sobre la pierna izquierda, inclinaba el cuerpo hacia adelante al tiempo que elevaba hacia atrás la pierna derecha, hasta la superficie del agua, y movía los brazos como si nadara a braza. Así, en esa postura de una gran te mayúscula, avanzaba a pequeños saltitos siempre cuidando de no alejarse demasiado del borde de la piscina. Entonces ladeaba la cabeza y con la boca bien cerrada para no tragar agua en un descuido, nos sonreía. Parecía querernos decir: “Mirad, mirad ya he aprendido a nadar.” Luego subía la escalerilla cromada, con cierta torpeza —el accidente de coche le había dejado una discreta cojera y un pie derecho plano, por culpa del calcáneo destrozado—, el bañador de color azul marino empapado en agua y pegado a sus delgados muslos. El fino y blanco pelo aplastado en d