El domingo acaba de empezar y me he levantado un poco más tarde de lo habitual. Todo el día en casa, sin colegio. Un día sin las pesadas bromas de Luisito. Mamá está en la cocina, desde aquí la oigo trajinar con sartenes y perolas. Mamá hoy no canta. Anoche la oí llorar, en su dormitorio, muy quedamente, como si estuviera ahogando el llanto en la almohada. —Esta mañana no me han querido fiar en la tienda cuando he ido a comprar aceite. Mañana volveremos a comer lentejas, las que han sobrado hoy. —No te preocupes —oí la voz de mi padre tratando de consolarla—, te han salido muy buenas. —No llevaban morcilla, eso lo dices para tranquilizarme —y me imaginé a mi padre limpiándole con los dedos las lágrimas que aún quedaban en sus mejillas—. Además, el niño ha vuelto a pedir para su cumpleaños una bicicleta. —Ya lo arreglaremos; no sé cómo, pero lo arreglaremos. A mí, anoche, también me costaba trabajo dormirme. Me tapé los oídos para no seguir escuchándolos. Sueño desde que cumplí los siet
Blog personal donde expongo mis relatos, mis fotografías y mis opiniones.