Todo el mundo sabe que tengo una particular afición al humor absurdo, también al negro, pero este solo cuando estoy de luto. Por el contrario no me gusta nada el humor vítreo, nadie sabe para qué sirve ni quién lo inventó. Jaime Rubio Hancock, un día paseando por los sótanos de la Biblioteca Nacional, se encontró un título tirado en el suelo. Lo cogió y lo leyó. “El gran libro del humor español”, decía el papelito. Jaime, que las pilla al vuelo, se dijo: “Ah, pues voy a escribirlo yo”. Y cuando llegó a su casa, después de merendar un bocata de mortadela, se puso a escribirlo y no paró hasta tenerlo terminado dos meses y cuatro días después. Luego tuvo que corregirlo y ahí tardó casi dos años, pero bueno, se comprende, a todos nos ha pasado lo mismo. Pues resulta que el pasado día seis de enero, me trajeron el susodicho libro los tres reyes magos. Bueno, en realidad el libro me lo subió a mi casa un paje del rey negro cuyo nombre ahora no recuerdo, creo que es el abuelo de Otelo, p
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