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Mostrando entradas de 2017

Depende del sombrero

Manuel se levantó con hambre.  En la despensa solo quedaba un resto reseco de empanadilla. Cogió su guitarra y su sombrero de ala corta.  En la calle ocupó la esquina de siempre. El sombrero a sus pies, con dos monedas de veinte céntimos como reclamo. Las únicas que tenía. Los acordes de su vieja guitarra, compitiendo con el ruido de sus tripas, evocaban con escaso éxito la canción «Ciudad desierta», de Alex Ubago. Cuando empezó a lloviznar la calle se quedó vacía.   Manuel, en una cafetería cercana, hizo recuento de monedas. «¡Maldita lluvia! » se decía. –Me pone una caña, por favor. –¿Algo más? –el camarero limpió con desgana la mesa dejando olvidadas algunas migajas. –No, nada más… ¡No se olvide la tapa, eh! Esa noche, Manuel soñó que cambiaba su sombrero de ala corta por la chistera de un famoso mago y, cuando buscó en su interior… ¡tachán! ¿Qué tenemos aquí?... Después de mucho tiempo volvía a probar conejo a la cazadora. Estaba de rechupete.

LETRA INCIDENTAL PARA LA MARCHA DE “El ABUELO”

Preámbulo. Es "El Abuelo" una imagen muy venerada, desde muy antiguo, en Jaén. Representa a Jesús Nazareno y la talla es de un autor anónimo que la realizó a finales del siglo XVI. Como suele suceder en estos casos de paternidad desconocida, el pueblo siempre acaba ideando una leyenda que da un origen prodigioso-milagroso a la criatura. Nuestro Padre Jesús Nazareno no iba a ser menos. Otro día, si queréis os cuento su leyenda. Pero si nosotros buscamos un origen que se escape a lo mágico y admitimos que la factura de la imagen se llevó a cabo en el mismo Jaén, hemos de tener en cuenta que por aquella época había dos talleres en nuestra tierra; uno el de Salvador de Cuellar y otro el de Sebastián de Solís. Así que, posiblemente, "El Abuelo" viera la primera luz en uno de esos dos talleres y de la mano de uno de esos dos artesanos. Desde tiempos remotos, la imagen desfila por las calles de Jaén en la madrugada del viernes santo. Se encarga de organizar la proces

Diez años en un instante

¡Diez años! … Se dice pronto y sin embargo han pasado diez años. Aquel día, especialmente caluroso, no sabía cómo calmar mi sed. Entré en tu bar por casualidad. Solo busca agua fresca. Te encontré a ti. Y ya no supe calmar mi sed con otra agua distinta a la tuya. Han pasado diez veranos más. Calurosos como aquel primero; frescos como tu agua. Y diez primaveras floridas como tu mirada. Han pasado diez inviernos en el calor de tu risa. Y diez otoños en el remanso de tus caricias. Durante todo ese tiempo, tú has estado ahí sabiendo calmar mi sed. Hoy entro en tu bar, pero ya no estás tú. ¿Quién calmará mi sed?