Manuel se levantó con
hambre.
En la despensa solo quedaba un resto reseco de empanadilla. Cogió su
guitarra y su sombrero de ala corta.
En la calle ocupó la esquina de siempre.
El sombrero a sus pies, con dos monedas de veinte céntimos como reclamo. Las
únicas que tenía.
Los acordes de su
vieja guitarra, compitiendo con el ruido de sus tripas, evocaban con escaso
éxito la canción «Ciudad desierta», de Alex Ubago.
Cuando empezó a
lloviznar la calle se quedó vacía.
Manuel,
en una cafetería cercana, hizo recuento de monedas. «¡Maldita lluvia!» se decía.
–¿Algo más? –el
camarero limpió con desgana la mesa dejando olvidadas algunas migajas.
–No, nada más… ¡No se olvide
la tapa, eh!
Esa noche, Manuel soñó
que cambiaba su sombrero de ala corta por la chistera de un famoso mago y,
cuando buscó en su interior… ¡tachán! ¿Qué tenemos aquí?... Después de mucho
tiempo volvía a probar conejo a la cazadora. Estaba de rechupete.
Curiosamente, a la
mañana siguiente, se despertó con pesadez de estómago.
Las magníficas ilustraciones de este microrrelato las ha hecho mi hijo Felipe.
ResponderEliminarPedazos de artistas. Felicidades a los dos.
EliminarMuy bueno Felipe, se queda uno con ganas de seguir, el remate de la pesadez de estómago es como una medida verónica de Curro
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