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Mostrando entradas de julio, 2022

No hay evolución después del Australopithecus

 Hoy estoy muy cabreado, así que mejor no me habléis. Estoy tan cabreado como decepcionado. Sí, decepcionado de mi Especie, la que se supone que es la única en la Tierra a la que se le puede llamar “inteligente”. Algunos dicen que incluso estamos dotados de alma porque estamos hechos a imagen y semejanza del Dios que nos creó. Pero, ahora que lo pienso, dioses hay muchos; los hay sabios, justos y amorosos y los hay violentos, envidiosos y lúbricos. Y ahora os explico, si queréis, por qué estoy tan conmocionado. Por la noticia que viene hoy, domingo 31 de julio de 2022 en el periódico. Aquí os pongo la foto con el titular.   ¿Es o no es para preguntarse qué clase de animales somos? Resulta que el pobre Alika era de Nigeria, ese país que solo lleva poco más de sesenta años de independencia (de los buenos británicos) y que hoy es el más poblado de toda África con, asombraros, más de doscientos millones de habitantes, lo que hace que su densidad de población sea de 220 habitantes por K

Fue un gran salto

Pues resulta que hoy, 20 de julio, es el quincuagésimo tercer aniversario de la llegada del hombre a la Luna. Aquel verano todo el mundo estaba expectante y ansioso por ver como se desarrollaba el acontecimiento. No en todos los hogares había televisión por aquellas fechas y las casas en las que sí la había, se llenaron de invitados pese a la hora de retransmisión. Nosotros lo vimos en mi casa, pero se ve que yo me quedé dormido a esas horas de la madrugada porque mi recuerdo es el de haber visto el alunizaje en casa de mis abuelos, a la tarde siguiente, cuando volvieron a retransmitirlo. Recuerdo que estaba emocionado, quizá porque ya tenía la edad suficiente para comprender el significado de tal hecho. Mi abuela, que estaba sentada en su sillón preferido en la acristalada cancela de la habitación, no paraba de decir: “Mira que sois tontos, ¿de verdad os lo creéis?”. Luego vinieron las teorías conspiranoicas: que si la bandera no podía ondear al no haber atmósfera, que si no se veían

Diálogos interiores

Vamos a ver, ¿es que no habláis nunca con vosotros mismos?... Sí a eso me refiero, a mantener un soliloquio interior. Que yo recuerde, desde mi más remota infancia lo vengo haciendo casi a diario. Ahora mismo, por ejemplo. Cualquiera diría que en estos momentos estoy dirigiéndome a vosotros, pero lo más probable es que a estas horas quien no está cenando, está viendo la tele y quién no está discutiendo con su mujer es porque está sobándole el culo, así que difícilmente estáis para escuchar mis simplezas. Por eso, en realidad esto de escribir es una forma de hablar conmigo mismo. Uno más de mis soliloquios. Hoy he conocido a Hélène Loevenbruck. Es una filóloga investigadora de neurolingüística y jefa del equipo de lenguaje en el Laboratorio de Psicología y Neuroconocimiento del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia. Todo esto lo sé porque lo he buscado en Internet, porque en realidad yo solo me he encontrado su nombre en un artículo que habla sobre esto que ya os

Mirando el álbum de fotos antiguas

  Una vez al mes, más o menos, saco mi álbum de fotos antiguas y las miro con una mezcla de nostalgia y un poco de la sensación de haberlas olvidado. Sin embargo, la foto que hoy coloco aquí siempre ha estado presente en mi memoria. Está hecha en 1954 o quizá en 1955, no estoy seguro. Supongo que la haría mi padre, pero tampoco lo puedo asegurar. El lugar: el Puente de la Sierra. Para que os situéis, a las espaldas del grupo está actualmente el bar-restaurante “El Portazgo”. En el punto en el que estamos (vaya, ya me he adelantado al decir “estamos”. Sí, porque el niño que está montado en el pollino, soy yo) estaban antes las Escuelas del Puente de la Sierra. Si había Escuelas, tendría que haber un maestro, o maestra, ¿no? Pues el personaje que está a la izquierda, el que ostenta una buena barriga, es el maestro, mi tío Jacinto. Bueno, en realidad era el tío de mi padre, Jacinto Verdejo, el hermano de mi abuela Josefa Verdejo. Como veis, calvo y ventrudo. Se había casado con la Tía

Antes de dormirme

 Mi marido se parece a Eduardo Noriega, sí al actor tan guaperas, a ese me refiero. Por eso me fijé en él. Recuerdo que estábamos en la presentación de la última novela de Clara. En el coctel que hubo después le dije a mi amiga que me sirviera de mediadora. «Felix, mira esta es Julia y se muere de ganas por conocerte». Me sonrió. Un beso en la mejilla derecha, apenas hubo contacto. «Te pareces a Marta Etura, la actriz», me dijo. Y yo me sentí un tanto halagada. Ahora, después de tres años de casados, estamos atravesando una crisis. Lo mismo que la política del país. Cada vez más virulenta. Esta noche hemos tenido una discusión más dura que las anteriores. Ahí tenéis la muestra: mirad esos vasos rotos y la alfombra manchada de tinto. He cogido las llaves del coche y me he ido de casa. Los vecinos habrán oído el portazo. Cuando me monté en el Audi no sabía muy bien a donde ir. Reconozco que salí precipitadamente, sin darle al intermitente y el coche que venía por la derecha me dio un